El discurso presidencial

En esta ocasión, la Cuenta a la Nación que rinde el Presidente de la República ante el Congreso Pleno no fue un informe más. La intervención fue extensa. No cabe duda. El propio Presidente Boric debió aligerar la parte final con alguna alusión al tiempo que llevaba su extensa exposición. Sin embargo, no hubo una cascada de datos imposibles de retener, salvo obviamente cifras que son indispensables en la naturaleza del texto que se expone.

El Presidente Boric demostró que un mandatario joven perfectamente puede dirigir y orientar el país, desmintió la sincronizada y mal intencionada campaña de días previos, en artículos y editoriales, que descalifican al jefe de Estado, tratándolo de "amateur" al no contar con muchas décadas de ejercicio de la actividad política, situación inseparable a su juventud.

Cuáles son esas orientales principales: mantener los principios y modificar las prioridades, en consecuencia, el Gobierno asume exigencias que la situación exige encarar con urgencia. La seguridad pública, la reforma tributaria y de pensiones. Los derechos sociales y la gobernabilidad democrática, asegurando la protección de las fronteras frente a la migración irregular.

La lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico se instalaron en la agenda y requieren un programa de acción de corto, mediano y largo plazo, porque no se terminarán solo con una fulminante arremetida policial que arranque un fenómeno que tiene fuertes raíces en la economía y la cultura de la sociedad globalizada. No hay solución milagrosa. Serán años de esfuerzo para restablecer la convivencia sin el desborde de los grupos delincuenciales que se articularon bajo el paraguas de una sociedad exitista, motivada por la ambición del enriquecimiento fácil y rápido.

Los derechos sociales para materializarse necesitan que se logre ampliar la recaudación fiscal, es decir, que los que tienen más aporten más. Así es, no hay otra opción porque la concentración de la propiedad y la riqueza alcanzaron extremos insostenibles. La volatilidad del electorado y la irrupción del populismo de ultraderecha no son ajenos al deterioro del régimen democrático y su ineficacia ante la desigualdad social y económica sin precedentes que vivimos en el presente.

En particular, la reforma de las pensiones representa una exigencia de respeto y dignidad a un sector considerable de la población que hoy padece la angustia de ingresos severamente reducidos que no entregan el piso mínimo necesario para costear sus requerimientos cotidianos.

La derecha tradicional y la ultraderecha se quejaron airadamente de que el Presidente Boric condicionara el financiamiento del aumento de las pensiones, el pago de la deuda histórica a los profesores y la condonación del CAE, o de una parte de ellas, a la concreción de la reforma tributaria, indicando que, en el mes de Julio, reingresará un proyecto de ley sobre la materia al Congreso Nacional.

La crítica fue ¿por qué lo hace?, enterrando bajo toneladas de retórica su repetitivo discurso de que el equilibrio fiscal exige que los gastos estén debidamente respaldados para no caer en la angustia de un gasto desfinanciado que empuje el país a la negativa vía del endeudamiento. Pero, tocar los intereses del sector financiero les hace olvidar lo que pregonaron tantos años.

Al concluir su extensa cuenta anual, el Presidente Boric abordó el significado de los 50 años del quiebre del régimen democrático en Chile, convocando al país a que ninguna diferencia lleve a descuidar la defensa y protección de la democracia y el respeto a los derechos humanos de cada persona. Este compromiso moral es fundamental para la comunidad nacional. No hay convivencia democrática posible sobre la base de la violencia, la intolerancia, el crimen y la impunidad.

En suma, esta alocución de casi cuatro horas mostró a un Presidente de gran amplitud, dispuesto al diálogo, lleno de confianza en la patria que nos cobija y con lúcida resolución acerca de las tareas fundamentales a realizar desde el gobierno por el bien de Chile.

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