El enemigo poderoso eres tú

El 20 de octubre del 2019 Chile enfrentaba un momento político social nunca antes visto. El hastío y el cansancio por el abuso de poder en toda dimensión, el abuso que ha significado una profunda desigualdad social, llevó a la gente a las calles, enfrentando a toda institucionalidad y al poder.

La imagen que nos queda en la memoria son miles de personas caminando por las calles reclamando por el abuso de los “poderosos”, exigiendo dignidad, las fuerzas policiales ejerciendo la fuerza sin límite, el presidente Piñera declarando “Estado de Excepción” y señalando en cadena nacional “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”.

A seis meses de ese momento, ahora por la crisis del COVID 19, se repite la historia. “El coronavirus es un enemigo poderoso, cruel, que no respeta a nada ni nadie y que puede ser letal especialmente para los pacientes más riesgosos, como son los adultos mayores y los enfermos crónicos”. El mismo personaje, el mismo relato. ¿Qué pretende Piñera con el relato del “enemigo poderoso”?

Chantal Mouffe en su libro “En torno a lo político”, señala que el discurso político democrático busca ofrecer no sólo política, en el sentido de acciones y decisiones que terminan siendo políticas públicas; también  busca generar identidades que puedan ayudar a las personas a dar sentido a lo que están experimentando y que tengan esperanza en el futuro.

En el caso de Chile, podemos decir que la política tiene que poseer esa dimensión partisana, algo que nos identifique colectivamente y genere esa necesidad de apostar por una alternativa, es decir, que desate esa pasión o el goce, definido por Lacan, de algo que puede generar cambios significativos en la vida.

Por tanto, esa dimensión partisana que genera pasión y goce, se vuelve fundamental para que la ciudadanía se sienta partícipe del sistema político y de la política, en si misma, porque significa tener alternativas para elegir.

El relato del presidente Sebastián Piñera es una fábrica de miedos, miedo a las transformaciones sociales que exigen dignidad y fin al abuso desde el 18-O y miedo ante la pandemia, por un agotamiento de la posibilidad de políticas de seguridad y protección social.

El devenir del discurso del mandatario, solo pretende que el temor sea un aliciente inmovilizador, al mismo tiempo, un mecanismo para que la ciudadanía que había empezado a ver en la política una posibilidad cierta de transformación democrática, solo la vea como un espacio administrativo del poder entre las élites.

El Presidente, analizándolo desde la retórica democrática, cada día se transforma en el mayor enemigo de la democracia chilena y de la ciudadanía.

Entonces, ¿qué rol debe tomar el Frente Amplio? Debe ser más preponderante, interpelador de los poderes convencionales, a las élites, al status quo; que permita reconstruir o reafirmar la política desde el goce, como mecanismo para construir identidades colectivas y democráticas, que sea capaz de poner una barrera democrática al temor engendrado por los que hoy tienen poder y privilegios y que se niegan a distribuirlo, al mismo tiempo, debe tener la capacidad de convocar a la ciudadanía y que se sienta reflejada dentro de un proyecto político con futuro, como una alternativa concreta, no para los súper ideologizados, para aquellos que sin nada más que voluntad democrática salieron a las calles a marchar y a debatir, exigiendo un proceso Constituyente.

El rol del Frente Amplio es hacerle sentido a la gente, antes que rendirles cuentas de “responsabilidad” a la élite y a la casta. Deberá  proponerse, como acto concreto, superar el clivaje de la política binominal que va a quedar derribado luego de superar el coronavirus y abrir paso al proceso constituyente.  Algo que hoy aún es confuso en ciertos liderazgos de poder del mismo Frente Amplio.

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