El mercado del voto voluntario y la nueva generación

En palabras simples, el voto voluntario asume que votarán quienes creen que, al votar, algo positivo puede pasar, o bien, algo negativo se puede evitar.

Con los niveles actuales de desafección de la política y las dudas respecto a que algo cambie para bien o para mal, es fácil pronosticar una baja participación en próximas elecciones. Especialmente entre los jóvenes de 18 a 26 años (generación Z), que representaron sólo un 7% de los votantes en la última elección presidencial de 2013.

En la perspectiva de mercado que hay detrás del voto voluntario - que se regiría por el juego de la oferta y la demanda- es interesante conocer la esencia de esta generación, antes de decidir qué ofrecerles como incentivo para movilizar su voto.

Hablar de “generaciones” supone una cierta conciencia colectiva. Concretamente, durante la adolescencia se articula esta identidad común con sus correspondientes contextos, hitos e íconos comunes. Las generaciones X (nacidos en los años 70), Y (nacidos en los 80) y Z (nacidos en los 90) se diferencian porque fueron socializadas en contextos y referentes de país muy distintos.

Las generaciones X y Z están etariamente más separadas, pero coinciden en que fueron marcadas por hitos épicos, políticos y colectivos: la dictadura, en el caso de los primeros, y la “revolución pingüina”, en los segundos. En cambio, la generación Y creció durante la transición política y económica, en la cual los referentes colectivos perdieron relevancia.

Los nacidos en los 80 corresponden a la generación del “no estoy ni ahí”. Son más hedonistas y orientados al disfrute, con una identidad más difusa y sin una épica compartida. Esta generación es fruto de una época en la cual confluye la orientación individualista de la generación X con la virtualidad de las relaciones y el liberalismo propios de la generación Z.

Por su parte, la generación X nació y creció reprimida. Por lo mismo, con la recuperación de la democracia, se identificó rápidamente con el crecimiento económico y valoró la libertad ofrecida por el mercado, el acceso a los bienes, al crédito, a la información y a la tecnología.

La generación Z en edad de votar (18 a 26 años) se siente parte de un grupo privilegiado en cuanto a comodidades y oportunidades. Tiene muchas de sus necesidades cubiertas – especialmente cuando se compara con las generaciones anteriores- y visualiza en lo colectivo, en el “nosotros”, el poder de la transformación. A diferencia de los X e Y son más insurgentes, orientados al cambio, no temen a la confrontación de opiniones, al disenso y, en general, a la transformación social.

Los potenciales votantes de la generación Z son “hijos de la globalización”, viven híper conectados a través de las redes sociales y cuentan con acceso “ilimitado” a todo tipo de información. Usan la tecnología para relacionarse con otros, para manifestar sus opiniones y como espacio de aprendizaje. Localmente, vivieron la re-significación de la democracia, ya no como un marco político de administración del modelo consensuado, sino como un espacio para el cambio, para el cuestionamiento de referentes y de paradigmas tradicionales.

Esto no significa que no crean o desconozcan el aporte de los partidos tradicionales y los esfuerzos que se hicieron para recuperar la democracia. Simplemente, no conciben que hoy en día, después de tantos años, los mecanismos de la política tradicional sean el paradigma que delimita el marco de lo posible.

A diferencia de la generación anterior, que vivió la adolescencia en medio de pactos y consensos políticos y económicos -donde pensar distinto era sinónimo de ser díscolo- la generación Z se socializó en un país que empezaba a sentir un malestar difuso no estructurado y lo dotó de contenido. A partir del cuestionamiento al modelo educativo fue capaz de instalar la conversación sobre la legitimidad del lucro, los abusos de las elites políticas y económicas, la desigualdad de los ingresos y ahora último, la legitimidad de “la medida de lo posible”.

Preocupados por temas relacionados con el desprestigio de la política, el cuestionamiento al voto voluntario y la abstención, se repara poco en el potencial electoral de este segmento en un contexto de voto voluntario o “de mercado”.

Ello pese a que todo indica que se trata de una generación politizada que no reniega de la política como instrumento de cambio, sino que cuestiona las formas actuales de ejercerla; que valora los liderazgos que dan espacio a lo colectivo y se preocupan de poner el “nosotros” por sobre el “yo”.

Y, si bien han sido poco votantes, son opinantes y tienen capacidad de inspirar sueños basados en proyectos comunes y participativos entre quienes si votan, como sus padres y referentes adultos.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado