El Partido primero

Es razonable que la ansiedad política de cara a las elecciones del próximo año nos lleve a un excesivo nerviosismo o a tomar decisiones apresuradas. Una de ellas, la de llevar un candidato a primera vuelta o a una primaria, es justamente la más relevante para el futuro del Partido Demócrata Cristiano y va a determinar si seguiremos siendo un referente en la política nacional o vamos a arriesgarlo todo por nada.

En política es común, pero no siempre conveniente, moverse por pasiones o arrebatos, pero hay períodos decisivos en que se vuelve riesgoso hacerlo  sin tener evidencia, al menos plausible, de que estamos tomando un camino que asegure larga vida al partido.

En esa lógica, las propuestas con ese norte siempre serán bienvenidas, y es sano tomarlas en su justa dimensión: plebiscitos, proclamaciones y apuestas por tal o cual estrategia, cuando aún el escenario está muy abierto en la coalición a la que pertenecemos.

Yo apostaría más por los escenarios reales y  menos  por  las voluntariedades. En este momento, las miradas están puestas en el desenlace de la definición del candidato radical y socialista. Por la derecha, esperamos que se transparente y sincere su candidatura, cada vez más obvia. Aún las alternativas no terminan de estar completamente claras. Y es más, todo parece indicar que recién en marzo-abril habrá más luces sobre la definición del abanderado del bloque PS-PPD-PR.

Ante este cuadro, me parece que la Junta Nacional, la directiva y el consejo nacional -que son los órganos mandatados a tomar las decisiones del partido - deben ser extremadamente responsables en conducir a la colectividad hacia un escenario sensato.

Es por eso que quiero hacer un llamado a la mesura. Claramente hablando, un candidato a primera vuelta significa aislarnos, ir solos a una elección y con resultados inciertos que pueden ser negativos para nuestro partido. En la primaria de la Nueva Mayoría de 2013, la DC obtuvo un 8,8% de los votos, lo que nos hace pensar en los riesgos de obtener una votación similar pero en una papeleta de primera vuelta.

Sin un liderazgo sólido o figura relevante en las encuestas y sin una propuesta o idea de qué estamos ofreciendo a Chile consensuada en el partido, difícilmente podremos marcar la diferencia en una primera vuelta. La tarea aunque parezca de perogrullo, es clara: fortalecer nuestras potenciales cartas de liderazgos internos que pudieren perfilarse como presidenciales potentes acompañados de  un programa de consenso que convoque a todas las sensibilidades internas.

Por ahora actuemos hacia pavimentar ese camino, debatir dentro de la Junta acerca de estas dos cosas centrales, ¿tenemos un liderazgo capaz de catapultarse al contexto nacional? ¿Tenemos una propuesta programática zanjada y unificadora dentro de la DC para ofrecer al pacto y al país?

Si la respuesta es no, entonces, no pongamos la carreta antes de los bueyes. Lo primero es dar estos dos pasos,  para luego y sólo luego, acordar  el mecanismo para proponer un nombre demócrata cristiano para aportar a Chile como el PDC sabe hacerlo. 

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