El resurgimiento de la épica del No

Christopher Antonio White
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En las últimas semanas se ha observado una revitalización de la discusión en torno a la importancia y significado del plebiscito del 5 de octubre de 1988 y el triunfo del NO, que contrasta con la apatía general que dicho tema suscitaba en años anteriores.

Quizá tenga que ver con que se cumplen 30 años de dicho evento, pero en mi opinión, tiene más que ver con el notable cambio cultural, social y político que se ha ido manifestando en nuestro país en el último tiempo.

En efecto, el pueblo chileno parece haber despertado de la modorra provocada por una eterna transición, que avanza a paso de tortuga en generar cambios reales y se muestra dispuesto a exigir que dichos cambios se realicen ya, y si hay que quebrar huevos para dicha tortilla, pues que se quiebren.

El resurgimiento del movimiento estudiantil en 2006, su reimpulso el 2011, la oposición a Hidroaysén, las movilizaciones de distintas comunidades afectadas por problemas medioambientales como No Alto Maipo, o más actualmente lo observado en las localidades de Quintero y Puchuncavi, la gran irrupción de las demandas feministas, han ido configurando un cuadro de empoderamiento ciudadano que recuerda el ambiente pre-plebiscitario de 1988.

Esto refuta la tesis simplista levantada por algunos de que dicho plebiscito se ganó “con un lápiz”, ya que fue la permanente, masiva y ascendente movilización popular generada a partir de 1983, y antecedida por la resistencia entre 1973 y 1982, la que amenazó los cimientos del aberrante modelo económico, social, político y cultural, impuesto por la dictadura militar.

Ante dicho escenario, la derecha política y económica de la época, en conjunto con los sectores conservadores de la oposición, se la jugaron por la salida política, generando a partir de dicho momento las deudas que hasta el día de hoy mantiene nuestra democracia.

Por ello es que hoy se vuelven a cobrar dichas deudas por parte de los movimientos sociales y se vuelve a instalar la lógica de la contradicción, entre quienes apoyaron el Sí y los que se la jugaron por el NO.

Los cinco ejes de la Concertación de Partidos por la Democracia, en torno a los cuales se realizó la campaña para ganar el plebiscito primero, y en base a los cuales se construyó el programa de gobierno en la campaña de Aylwin posteriormente, fueron: verdad, justicia, revisión de las privatizaciones de empresas del Estado,cambio de modelo económico y una nueva Constitución.

La sola lectura de estos ejes permite apreciar que en lo grueso, en lo estructural, estamos prácticamente igual que hace 30 años. La vieja Concertación, hoy devenida en oposición, exige avanzar en estos y otros temas, todo lo que no se avanzó mientras fueron gobierno, pero la gran diferencia con 1988 es que, en el ejercicio del poder, fueron perdiendo por sus propias decisiones, el afecto, la confianza y el apoyo del pueblo al cual defraudaron.

Somos las nuevas generaciones las que tenemos la responsabilidad de clausurar las viejas cocinas de hacer política entre cuatro paredes y mirar hacia adelante, para conducir un nuevo proceso social y político de transformaciones que ponga a las personas en el centro de la acción del Estado, y así, generar un nuevo modelo de desarrollo, pero que sea sustentable, solidario, amigable, y por sobre todas las cosas, justo.

Para ello, debemos no recuperar la confianza de los ciudadanos en la política, sino que construir una nueva relación, distinta, participativa, horizontal, proba.

Este es el camino que hoy he emprendido y que quiero transitar, y a 30 años del plebiscito, a las AFP, a las ISAPRES, a las Concesionarias, a la enajenación de nuestros recursos naturales, al saqueo de las empresas del Estado, al abandono de nuestros niños y adultos mayores, a la falta de oportunidades de nuestros jóvenes, a la mercantilización de la vida, a la impunidad, a los pactos de silencio, a las colusiones, a la corrupción, a la represión, a todas las formas de injusticia digo fuerte y claro,No.

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