Todos los países reconocen, en su historia, determinadas fechas que los han marcado. Es lo que sucede con el 5 de octubre de 1988, en nuestro país. Ese día, en las urnas, Chile dijo, con fuerza, que no quería seguir viviendo en dictadura, que anhelaba volver a su continuidad histórica, la vigencia del Estado de derecho y la convivencia en democracia.
Se empezaba así, a llegar al fin de los 17 años de mayor dolor para nuestra comunidad. Se caminaba hacia la salida de un período que le provocó mucho daño al país, cuyas consecuencias nos acompañan hasta hoy.
Miles de familias fueron destruidas, tuvieron que salir al exilio, vieron sus derechos básicos conculcados, al punto de sufrir el asesinato de familiares y amigos. A otros cientos, simplemente se les hizo desaparecer.
A todo eso, los chilenos dijeron, fuerte y claro NO. Ese fue el sentido del 5 de octubre, hace 30 años. NO más abusos; NO más represión; NO más dictadura.
Hoy el país es otro. Nuestra convivencia se ha ido recuperando, las instituciones propias de la democracia se perfeccionan y, los chilenos saben que sus derechos civiles están resguardados por la vigencia del Estado de Derecho.
Sin embargo, también es cierto que, dentro del funcionamiento de nuestra democracia, nos falta mucho por avanzar, especialmente en las condiciones de vida de muchos de nuestros compatriotas. Esa es una tarea pendiente, de la que debemos hacernos cargo.
La adhesión a la democracia, que todo el pueblo de Chile ha ratificado, debe dar paso a la construcción de un país, donde todos tengan la posibilidad de desarrollar sus talentos, con una recompensa, por su esfuerzo, que les permita una vida digna, especialmente cuando nos preciamos de tener el mejor crecimiento económico de la región.
No es posible que, mientras ello ocurre, aún haya más de 1 millón y medio de chilenas y chilenos que viven en la pobreza, especialmente en la región de La Araucanía; miles de familias que sufren el rigor del endeudamiento en educación y salud; territorios de desarrollo muy desigual o jubilaciones indignas para nuestros adultos mayores.
Una conmemoración honesta de la épica del 5 de octubre de 1988 nos debe obligar a reconocer muchísimos logros que se han obtenido por la acción colectiva de sucesivos gobiernos, como la libertad, en el marco de la democracia recuperada. Pero también, es necesario abordar los déficits que aún nos acompañan.
Dicho de otra manera, hoy es posible expresar, como en esa fecha que recordamos, cuales son los NO que nos acompañan y por los que debemos trabajar con fuerza.
NO a los abusos; NO a la colusión; NO a la marginación de nuestros pueblos originarios; NO a la desigualdad, que atenta en contra de un principio básico de Justicia Social; NO a la discriminación por género; NO a salarios que no cubren las necesidades básicas de las familias; NO al lucro en la educación; NO a las pensiones miserables, etc., etc.
Al recordar esta fecha tan significativa, debemos comprometernos a trabajar, todos juntos, por un país que, en los próximos 30 años, haya superado la pobreza y hayamos legado un país más justo, para las generaciones que vendrán.
Solo así haremos el homenaje que se merecen a los que, con inmenso sacrificio, lucharon para que hoy podamos conmemorar una gesta tan importante para la historia republicana de nuestro país.
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