La propuesta de suicidio asistido. Un triunfo de Jeannette Jara dislocaría el comportamiento habitual de los partidos, comenzando por el suyo. El PC está acostumbrado a defender posiciones que identifica desde un inicio y concentra sus recursos para asegurar, primero, la sobrevivencia partidaria y, luego, una lenta y sistemática expansión. Ahora, tendría que salir de una posición que conoce muy bien para intentar dirigir una empresa colectiva en la que encontrará fuertes resistencias.
La posición es doblemente incómoda porque la candidata ya ha marcado su independencia en las decisiones que se relacionan con su campaña. Ocurrió cuando Lautaro Carmona "instruyó" la incorporación de Daniel Jadue al comando de Jara, lo que fue rechazado de plano por ser evidente lo que era: un regalo envenenado.
Si en la recta final le incorporaban a la figura más polarizada de su tienda, quien es, además, un adversario interno, mataban su posibilidad de crecimiento. Era una líder supeditada a otros, todo su discurso quedaba sin sustento y los debates posteriores serían un verdadero calvario. De modo que Jara no aceptó el suicidio asistido. Mala época para los comisarios políticos.
A estas alturas y sin entrar en los detalles anteriores, digamos que el apoyo del PC hacia su candidata es una constante. Si Jara va creciendo en apoyo se debe a la simpatía que despierta en electores a los que atrae su figura a pesar de su militancia o con prescindencia de este hecho. Así que el tema más importante no es la adscripción partidaria en sí misma, sino probar su autonomía de juicio.
Cuando Kennedy se presentó como candidato a la presidencia de Estados Unidos tuvo que ser muy constante en declarar que el hecho de ser católico no implicaba que fuera a recibir órdenes del papa. Aclaró que actuaría con libertad de conciencia, que pondría los intereses de su país por delante y respetaría la libertad religiosa. Esto nos puede resultar muy extraño de escuchar hoy, pero los prejuicios existen y hay que enfrentarlos. Para cuando Joe Biden fue electo, el hecho de ser católico no fue un tema, pero habían pasado 60 años y había existido un Kennedy.
La centroizquierda puede tener una candidata proveniente del PC, pero no una abanderada que actúe circunscrita a esa condición. Lo que de verdad aporta fuerza a una candidatura presidencial hasta hacerse competitiva es siempre una coalición, no un partido aislado.
La izquierda amenaza con ser de izquierda
La Moneda sería otro actor descolocado. La sede de gobierno es un lugar completamente comprometido con la campaña presidencial, pero con aquella que comienza en el 2029, no con la actual. Ese plan tendría problemas. Si se relee la cuenta a la nación de Gabriel Boric, se aprecia que las definiciones que defiende son todas socialdemócratas o moderadas. Lo que tiene de más de izquierda es de orden cultural y valórico. El envoltorio es de avanzada, el contenido es pragmático. Si el país se polariza esta opción empieza a perder fuerza.
Ahora se encontraría con una candidata que es dialogante y a la vez de izquierda. A tanta sinceridad nos está acostumbrado. Importa porque no se ha tenido durante esta administración un contrapunto con el cual compararse y ahora sí existiría. Es algo bien distinto de lo ocurrido en este gobierno. Sí se revisan las actuaciones de la derecha durante la administración Boric, se verá que nunca ha estado marcada por el temor a lo que pudiera llegar a hacer. Se acerca mucho a lo inofensivo.
En la oposición, el gobierno ha despertado enojo, confusión, enervamiento, impaciencia, indignación, sospecha y recientemente indiferencia, pero nunca miedo.
Para la derecha, encarnación de lo práctico, las tormentas de palabras altisonantes no han tocado ninguna de los intereses que defiende y por eso los poderosos han dormido tranquilos arrullados por los lejanos sonidos que convocan a una difusa era de cambios, dónde la palabra revolución quedó guardada bajo siete llaves. El ambiente también estaría cambiando con rapidez hacia la polarización. La derecha se volcaría de inmediato hacia su candidatura más dura.
Un nuevo sentimiento emergería en la oposición porque percibirá una lejana pero real amenaza. Al menos va a actuar como si estuviera auténticamente amenazada, lo que empezará como una campaña comunicacional, pero que se la va a terminar creyendo de verdad. La derecha sigue estando segura de su triunfo y una candidata PC será vista como una especie de regalo que le facilita el camino, al menos así lo verá en un principio.
¿Cómo me dijo que me salvo yo?
Quienes menos estarán convencidos de la capacidad de competir serán, por supuesto, los partidos oficialistas. Su tendencia natural va a ser concentrar la mayor parte del esfuerzo en la campaña parlamentaria. Pero intentar que esta última tenga una vida separada de la candidatura por La Moneda no resultará posible.
Además, no hay forma de mantener la completa unidad en este sector. Si Jara no resulta electa en primarias, se levantará una candidatura presidencial más hacia la izquierda, y si es elegida, del centro político surgirá otra opción.
En cualquier caso, siempre habrá que enfrentar disidencias y conflictos. El principal desafío político desde la primera hora será conseguir que la integración de elementos sea predominante por sobre la dispersión y desconcierto inicial. Hay que recordar que se está conformando un comando, pero también una coalición más amplia y eso permite que se exprese un nuevo equilibrio inclusivo.
Hay posibilidades que Jeannette Jara sea electa presidenta, pero no existe ninguna de que gobierne un partido hegemónico a su nombre. En nuestra democracia la confianza se ha depositado en personas, no en organizaciones partidarias. El respaldo importa, pero el único que sirve es el que va creciendo, para lo que es indispensable que su composición sea plural y visiblemente equilibrada. Por eso la distancia entre Jara y su partido va a crecer. No es un conflicto, es una necesidad.
Hoy la adhesión política suele ser de baja intensidad y no hay un terreno que se considere conquistado definitivamente con independencia de lo que se haga. Con voto obligatorio son más las personas que ordenan sus preferencias basándose en criterios diferentes a las posiciones en el especto político, con mayor razón si la centroizquierda ni siquiera le ha puesto nombre a un nuevo referente que tiene la obligación de conformar con la mayor prontitud.
La líder electa tiene que congregar a todos tras su candidatura y convocar a construir un programa integrador. Los partidos deben conformar la coalición y asumir una negociación parlamentaria pragmática, rápida y que permita la sobrevivencia de los socios. Ha sido prudente esperar, demorarse sería un error.
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