El 18 de octubre de 2019 permitió reconectar las emociones con el juego de lo político, removiendo el antiguo orden y originando el germen de una nueva cultura política para el país.
Martha Nussbaum, filósofa estadounidense, en una de sus reflexiones sobre las emociones en política, indica que es en momentos de tensión de las sociedades donde se manifiestan con mayor amplitud los sentimientos en el espacio público. Siguiendo su racionamiento, es posible identificar dos tipos de emociones que han convivido en la arena pública desde que se produjo el estallido social, a saber: la indignación y el miedo.
Por un lado, “indignación”, emoción que constituye el oxígeno que necesitaba el movimiento social para hacer combustión y provocar un movimiento que reclama derribar las desigualdades que aquejan a Chile.
Este sentimiento lleva consigo a otros derivados, tales como la frustración, el dolor y la impotencia. Todos reflejados en la protesta y en las demandas de la ciudadanía.
Por otro lado, “miedo”, recurso que los sectores más conservadores han utilizado para levantar las banderas de los discursos que se oponen al cambio constitucional. Elemento que no es nuevo en los movimientos nacional-populistas de occidente. De este modo, la retórica argumentativa en contra de las transformaciones que requerimos como país, está fundada en sembrar terror e incertidumbre, o bien promoviendo conceptos gatopardos del tipo “rechazar para reformar”.
El propio proceso de movilización social ha puesto fin al ciclo del modelo neoliberal chileno, custodiado por la Constitución de 1980, generando los cimientos de una nueva cultura política que debe ser canalizada por el sistema y, en consecuencia, por la institucionalidad, desde el proceso constituyente que tiene un primer gran hito con el plebiscito del 26 de abril.
Más allá de los avances significativos que tuvimos como país durante los gobiernos de la Concertación, coalición política más exitosa de nuestra historia, para algunos sectores de la población la “alegría” aún no ha llegado.
Es por lo anterior, que aquellos que promovemos la opción apruebo decimos con fuerza que si la alegría no ha llegado, iremos a buscarla. Esa es nuestra tarea en el desafío de construir la primera Constitución democrática de nuestro país.
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