Javier Milei y los lugares dejados atrás

Ya ha pasado más de una semana desde que Javier Milei, con amplia ventaja, se transformó en presidente electo del país trasandino. Y aunque muchos entusiastas han celebrado el triunfo de la libertad -incluso más de alguno el del libertarismo-, lo cierto es que se hace difícil comprender lo sucedido sin centrarse más bien en los perdedores, ese peronismo que terminó transformándose en símbolo de decadencia, corrupción y declive.

En ese contexto, y tal como ya ha pasado en reiteradas ocasiones durante los últimos años, la narrativa anti-establishment permeó y cautivó a los votantes. Esa misma narrativa que en otras latitudes coquetea con el nacionalismo y con el populismo, en nuestro país vecino se tradujo en un proyecto mesiánico que prometió una "reconstrucción" de la nación. Reconstrucción que, para ser justos, parece muy necesaria, pero que difícilmente descansará en un grupo de personas que se ha mostrado preso de sus ideas.

En buena hora, el presidente electo hoy busca alianzas con quienes fueron sus adversarios, incluso con peronistas opositores a Fernández. Sin embargo, más que por la búsqueda de acuerdos, la estrategia parece deberse a la inexperiencia de La Libertad Avanza y a la necesidad de robustecer su futuro mandato asegurando un mínimo de gobernabilidad. Entonces, independiente de la mayor o menor inclusión de las fuerzas políticas tradicionales en el nuevo gabinete, el gobierno de Milei seguirá siendo un proyecto refundacional que buscará liberar a Argentina de esos "parásitos" (como él mismo los llama) que durante décadas se han enriquecido a costa de su gente.

Aunque el análisis de estos "discursos" da para mucho más que una simple columna, sí es posible reflexionar y destacar algunos elementos interesantes en el particular fenómeno argentino. Una de las cosas que ha llamado la atención se relaciona con los patrones territoriales del triunfo del anti-establishment. Aunque la votación de Milei en Buenos Aires sorprendió a muchos, lo más interesante sigue siendo que el presidente electo ganó en casi todas las provincias con excepción de la capital. Aún faltan muchos elementos para poder obtener conclusiones más o menos responsables, pero la sola descripción de los resultados parece indicar que, tal como ha sucedido en democracias consolidadas, existirían habitantes de lugares que han sido dejados atrás en las últimas décadas, los cuales parecen más propensos a seguir estas opciones políticas que los reivindican.

Nuestro país, Chile, no ha sido la excepción cuando se trata de dinámicas territoriales y discursos anti-establishment. Pese a que, a diferencia de Argentina, nosotros tenemos un Estado unitario, ambos países compartimos una historia de centralismo y concentración del poder político. En ese contexto, y analizando las últimas elecciones presidenciales chilenas, hemos podido advertir que la votación de Franco Parisi -candidato que también hizo propia la narrativa anti-establishment- igual sigue ciertos criterios espaciales. Esto no se trata solo de sugerir que en el Norte (región abandonada y que sufre una serie de problemas derivados de la inmigración ilegal e inseguridad), el candidato del Partido de la Gente triunfó, sino que va un poco más allá. Resultados preliminares indican que, incluso en el mismo norte, existirían determinados lugares que están en desventaja frente a sus centros regionales. En esos lugares, que han sido dejados atrás por sus mismas instituciones locales, incluso se exacerbaría el impacto de la inmigración en el voto anti-establishment.

Los casos de Argentina y Chile nos muestran que no solo los aspectos individuales explican el surgimiento y triunfo de estos discursos, sino también las características de los lugares donde habitamos. Caracterizar estas zonas se hace particularmente complejo en Latinoamérica, pues a diferencia de lo que sucede en Estados Unidos o Europa, no nos referimos a recientes procesos de declive ni de desindustrialización, sino más bien a una segregación histórica y constante que se hace difícil de advertir. El problema es que, sin identificarlos, difícilmente podremos comprender realmente nuestros problemas de fondo.

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