La centroderecha y la catástrofe constituyente

Como es cada vez más evidente, la negociación que apunta a un nuevo proceso constituyente interesa solo a ciertos personeros de algunos partidos políticos. No tiene apoyo ciudadano -el de verdad, no el que algunos dirigentes políticos se autoasignan- y, mientras algunos congresistas gastan en un "nuevo acuerdo constituyente" las mismas horas que nunca dedicaron a las demandas sociales de los chilenos, la ciudadanía ve como sus principales centros urbanos se transforman en la versión chilena de "Ciudad Juárez" (faltan sólo las cabezas cortadas dentro de barriles de petróleo), con asesinatos que ya empiezan a contarse por decenas al mes, y con barrios enteros en Santiago y regiones, además de instalaciones como el Metro, que se degradan a manos de miles de malvivientes extranjeros y nacionales.

La extrema izquierda siempre ha querido destruir el modelo, aún si para eso tiene que destruir a Chile y a los chilenos. No es extraño, pues, que hayan aprovechado octubre de 2019 para imponer su agenda. Lo que resulta especialmente patético, en cambio, es el papel que correspondió a la nunca suficientemente centrada y moderada "centroderecha". Fueron ellos los que, estando en el Gobierno, fueron incapaces de defender a sus conciudadanos de lo que fue un verdadero intento de golpe de Estado revolucionario, que arrasó con nuestros barrios y emprendimientos y abrió la puerta al descontrol y violencia que vivimos hoy día.

Como aquel ministro de Piñera (el mismo de la travesía en el desierto) que se apresuró a huir en avión hacia un cargo internacional incluso antes de que terminara ese Gobierno, la derecha tradicional y sus juristas de cabecera prefirieron entregar la Constitución a cambio de su tranquilidad personal. Sin ver -o, más exactamente, sin atreverse a ver- la mala fe de sus adversarios, diseñaron un proceso constituyente lleno de baches y consintieron, incluso, en cambiar numerosas e importantes reglas de funcionamiento de la convención después del plebiscito de entrada. Fue esto lo que permitió a la extrema izquierda crear una asamblea constituyente a su pleno gusto, en términos competenciales e identitarios.

Los resultados están a la vista. Sin embargo, los mismos personeros de la centrada y moderada centroderecha insisten en volver a meternos en un nuevo proceso constituyente, negociando con los mismos que han demostrado, en los hechos y por escrito -léase el texto de la nueva Constitución-, que no tienen ni tendrán ningún límite moral si se trata de destruir a Chile. Es como ver a un marido que, incapaz de defender a su mujer e hijas de los secuestradores que las sustrajeron y abusaron, insiste en seguir confiando y negociando con los mismos mafiosos incluso después de que aquellas fueran milagrosamente rescatadas por la acción de terceros.

Indudablemente, esto sucede por el desfondamiento ideológico e intelectual de esa centrada y moderada centroderecha. Aburguesados por el éxito del modelo, o acostumbrados a funcionar como rentistas de grupos de interés económico, no vieron la revolución que se les estaba preparando desde hace años en el sur de Chile y en sindicatos, gremios y colegios emblemáticos; ni sabían lo que defienden, o por qué lo defienden. Puesta contra la pared, tuvo que ser la ciudadanía (también por cierto, la más humilde) la que salió en tromba a defender el modelo de sociedad que esa derecha y sus patrocinadores, con piernas temblorosas y un temor muy mal disimulado en "ánimo de diálogo", fueron incapaces de salvaguardar.

Por lo mismo, es posible afirmar que, si nos salvamos de caer en una Constitución Política bolivariana, no fue por políticos como Chahuán, Macaya, Schalper o Bellolio, los (relativamente) jóvenes y sonrientes negociadores o defensores del nuevo proceso constitucional. Fue a pesar de ellos. Que la centrada y moderada centroderecha, que no fue capaz de defendernos cuando debían hacerlo, no nos meta entonces en otro embrollo.

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