La DC como alternativa

Cuando algunos se atreven a hablar de tercera vía o de construcciones de una tercera alternativa política y social en Chile pareciera que la intelectualidad y la clase dirigente sonrieran pensando que uno comienza a hablar de supersticiones.

Algo que ocurre con mucho más frecuencia dentro de la Democracia Cristiana, que en algún momento tenía conciencia de representar una alternativa entre el capitalismo individualista y el socialismo colectivista. Y aunque se quiera señalar que está discusión puede ser parte de un debate extemporáneo, lo seguro es que bastante poco se ha hecho en lo concreto para plantear a los ciudadanos un proyecto de tercera vía factible en el plano político y social.

Es cierto que la lógica del sistema binominal y la democracia de consensos no ayudó, ni ayuda, a consolidar una tercera alternativa. Sin embargo, no podemos achacar la falta de identidad de la Democracia Cristiana sólo a cuestiones externas.

Y es que cuando hablamos de un proyecto y relato político ni siquiera estamos diciendo que tengamos que seguir la tesis del camino propio ni mucho menos, pero sí preguntarnos de manera sincera, ¿es viable un gobierno demócratacristiano así como el de Eduardo Frei Montalva? Cosa distinta es entender que en un contexto político tengamos que forjar alianzas beneficiosas para producir cambios sociales, pero diferente es no tener ni siquiera la intención de construir una identidad propia que trascienda el análisis electoral.

Si tomamos el lente del pesimismo, una de las falencias de la Democracia Cristiana actual es la falta de un relato político viable, que entregue respuestas originales a los problemas del siglo XXI (tal como Frei Montalva y el movimiento social cristiano de la época lo hicieron con los problemas del siglo pasado) y que le permita ejercer un rol de liderazgo en las coaliciones en que participe, o incluso, prescindir de estas a la hora de disputar el poder.

¿Es descabellado plantear lo anterior? Considero que no. No estoy diciendo que la DC debe olvidarse de izquierdas y derechas, ni intento negar la existencia de una alianza de centroizquierda. Sería iluso el negar que para alcanzar mayorías se necesita forjar alianzas, pero una política de alianzas no se sostiene sin un relato propio que le dé sentido. Y siendo más sincero aún, no creo que aquello pase solo por la mejora de nuestros índices de gestión partidaria y por el aumento de la cantidad de concejales y alcaldes en las próximas municipales.

Puede que el pasto de mi vecino siempre parezca más verde, pero la izquierda y la derecha sí son proyectos políticos viables de manera autónoma, que se han sabido adecuar a los cambios que vive el mundo de hoy (no por nada se habla de "Socialismo del Siglo XXI" y "Neo Liberalismo"), situación que los democristianos ignoran o prefieren ignorar. O quizá es porque algunos no entienden que nuestras banderas de hace cuarenta años hoy son el estándar mínimo sobre el que se sienta nuestra democracia. Nadie cuestiona el respeto a los Derechos Humanos, el Estado de Derecho, y cierta lógica reformista con la que se hacen los cambios, de la que a veces algunos demócratacristianos se sienten avergonzados.

Puede que alguien ponga en entredicho estas afirmaciones y estaré disponible para aquello, porque considero que los procesos políticos se piensan, se discuten y se construyen entre varios.

La Democracia Cristiana chilena tiene que plantear una alternativa sólida, contundente e integral en lo social, en lo político, en lo económico, incluso en lo medioambiental. Una alternativa que se proponga resolver los principales desafíos para este siglo.

Aquello implica volcarse a un trabajo intelectual y político que seguramente no tendrá fecha pronta de término, pero sí de inicio. Es por eso que espero con un moderado optimismo el postergado Congreso Ideológico de la DC, y por qué no la plataforma demócrata cristiana que nos lleve a tener un candidato a la presidencia, de manera de comenzar a construir la DC que Chile quiere hoy.

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