La dispersión puede ser fatal

A propósito de la perpetuación del régimen de Nicolás Maduro, en Venezuela, se extendió el debate político en las fuerzas de izquierda y centroizquierda chilenas. La discusión ha ido agudizándose hasta cuestionarse la participación del PC en la coalición de gobierno, reapareciendo posiciones excluyentes que parecían superadas por el devenir de la situación nacional.

Este episodio me ha recordado el periodo del 83-84, bajo la dictadura de Pinochet, que por la fuerza de las protestas sociales vivía momentos de confusión y debilidad, y en que existiendo las condiciones para ello, lamentablemente, no fue posible la unidad en la diversidad de la oposición con el objetivo de lograr el restablecimiento de la democracia. El gran beneficiado fue el régimen dictatorial que consiguió prolongarse en el poder. La división fue el balón de oxígeno que requería para sobrevivir.

Desde la derecha que mangoneaba el poder se decía que la presencia del PC imposibilitaba cualquier "apertura". Ese NO era el problema, el neoliberalismo, tanto castrense como civil, controlaba el Estado y se regodeaba saciando sus mezquinos apetitos, negaban los crímenes del terrorismo de Estado y la constante y masiva violación de los derechos humanos, especulaban en el mercado de capitales, privatizaban lo que se les antojaba y usaban el Fisco para lo que les venía en gana, por eso, no querían el retorno a la democracia.

Aunque en otros momentos de la lucha democrática fue el PC el que se enfrasco en una política cuyo afán de vanguardismo era lo esencial, al inicio de las protestas con el régimen sin respuesta y descolocado por el repudio popular lo que faltó fue la unidad más amplia que asegurara la estabilidad del país y el régimen dictatorial no levantara la amenaza del "caos" ante las fuerzas que lo sustentaban.

En la actualidad, en la contingencia surgen comentarios sectarios, enteramente inadmisibles, contra el Presidente Boric por las decisiones que tomó en relación al proceso electoral en Venezuela, sin embargo, su línea de acción ha sido valorada globalmente, ha bregado por exigir un resultado verificable de las elecciones en ese país y no validar lo que el régimen simplemente afirma con la soberbia de tener el monopolio de la fuerza.

La claridad del Presidente causa irritación en los incondicionales de Maduro y se produce un áspero choque de posiciones, que no se está tratando correctamente. Se olvida que el alza de los sectores conservadores y de ultraderecha aconseja, o al menos, debiera aconsejar, incluso para el criterio más rígido, evitar un quiebre en la base de apoyo al gobierno democrático.

Se han exacerbado posiciones sectarias y dogmáticas que piensan que Maduro aún es lo que fue hace ya décadas: un luchador social. A través de una representación falseada de la realidad, esas miradas no ven lo que es hoy: un dictador cuyo afán es perpetuarse en el poder. La réplica a esa porfía es el rebrote de la exclusión. Ninguna de ambas opciones aporta al desafío que está planteado: una unidad tan ancha que sea un agente de cambio eficaz y no meramente declarativo.

El reciente Informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reitera que el anhelo de cambio prosigue siendo mayoritario en la sociedad chilena, pero continúa sin concretarse, aunque se vivió el proceso constituyente, se frustró el anhelo de cambio, así se confirma que alianzas o expresiones minoritarias no podrán resolver la gran demanda del Chile de la primera mitad del siglo XXI. Menos si hay una división de las fuerzas que aspiran al cambio social en Chile.

Eso ocurre porque es errónea la creencia que una división genera solo dos grupos o alianzas del tronco que se rompe, en la realidad no pasa así, las divisiones son de efectos incalculables, se crean dos, tres o más agrupaciones que intentan "genuinamente representar" lo que se quebró y se abre una etapa en que la lucha principal está en el seno de los mismos ex compañeros o ex aliados que tratan de derrotarse, unos a otros, como sea.

La dispersión puede ser fatal, se sabe donde comienza, pero no dónde termina. Por eso, hay que evitar ese despilfarro de energías que se pierden mientras el adversario se soba las manos y avanza hacia sus objetivos negacionistas y ultraconservadores.

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