La proclama unitaria de Tomic: una tarea en prolongado "desarrollo"

La “Unidad social y política del Pueblo” que proclamara Radomiro Tomic en los 60 sigue golpeando las puertas de la centro-izquierda chilena, en la esperanza de que caigan definitivamente los muros del “sectarismo UP” y del “camino propio DC”, lastres culturales que reaparecen cada cierto tiempo causando estragos en la vida política, sindical, gremial y estudiantil de Chile.

El “sectarismo UP”, inaugurado elocuentemente con la frase “con Tomic ni a misa” por Luis Corvalán como respuesta al llamado unitario del fundador de la Democracia Cristiana en la década de los 60 sigue “penando” todavía en sindicatos, colegios profesionales y organizaciones estudiantiles. Algunos olvidaron que Tomic también sentenció que “sin Democracia Cristiana no hay Unidad Popular”.

Tuvieron que pasar una experiencia fallida, el gobierno de Allende, y una tragedia nacional, la dictadura de Pinochet, para abrir paso en las mentes y los corazones de los políticos de centro y de izquierda a la convocatoria de Tomic.

La “Asamblea de la Civilidad” de los 80 y la Concertación de Partidos por la Democracia, como coalición dominante en la política nacional desde 1988 hasta el 2010, han sido las mejores realizaciones históricas del deseo unitario de Radomiro, pero, para desgracia de sus anhelos, ambas han estado desfasadas en el tiempo.

La primera gran experiencia “tomicista”, la Asamblea de la Civilidad, convocó a la unidad social para enfrentar a la Dictadura y arrastró a los partidos políticos democráticos detrás de sus planteamientos y de sus movilizaciones, pero no tuvo la capacidad de interactuar con el mundo político para formular un proyecto nacional democrático.

La segunda, la Concertación, produjo una gigantesca unidad política de los más amplios sectores del “pueblo” de Tomic, arrastrando a los sectores sociales tras sus propuestas políticas y electorales, pero no tuvo la capacidad de “amarrar” una alianza político-social que se reflejara también en la sociedad civil y en el mundo de las organizaciones.

Lo que no se entendió con claridad del mensaje de Tomic fue el factor de simultaneidad indispensable para la realización plena de su propuesta. Otro gallo cantaría si durante los últimos 20 años el mundo político y el social hubieran adoptado esta premisa.

Esta omisión, ya histórica, le ha restado una base muy importante a la Concertación política… y no sólo de apoyo. El mundo social no se ha unido ni menos potenciado para participar con fuerza en el debate nacional, encauzar a su referente político y, consiguientemente, ha perdido respaldo y credibilidad entre sus propias bases.

Por otra parte, algunos sectores políticos de la Concertación, han hecho “vista gorda” a la indefensión legal de los sindicatos, minimizando así los riesgos de interferencias “indeseadas” en su relación con otros poderes de la sociedad.

Más que “pendiente”, la tarea de la Unidad Política y Social del preclaro Tomic ha ido experimentando un prolongado “desarrollo” de más de 40 años, a la espera de dar un salto cualitativo hacia una Concertación Nacional, que cambie el eje del desarrollo nacional hacia la consecución del Bien Común.

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