El discurso del Presidente Piñera anunciando cambios a la normativa migratoria estigmatiza y agrede a miles de personas que han venido a este país tras “el sueño americano”: la búsqueda de la felicidad y del mayor bienestar posible para ellos y sus hijos.
A su vez, refuerza ideas infundadas sobre migración y delincuencia, exacerba prejuicios sobre comunidades específicas, fomentando un clima de intolerancia que debilita los lazos de solidaridad entre las personas y los pueblos, que se encuentran en el corazón del proyecto humanista ilustrado.
El Gobierno del Presidente Piñera se impone y le impone comunicacionalmente al país, el mismo espíritu de ruptura con el que abordó el problema de la “delincuencia” en su primer gobierno: el final de la fiesta, la hora del orden, el bien superior de la patria. Y sabemos en que termino su política de “mano dura/mano blanda”.
Sin embargo, es necesario concordar en la necesidad de “poner orden en este hogar que compartirnos, en esta casa que es la casa de todos”.
En Chile hay miles de familias en viviendas que no satisfacen los estándares internacionales para ser consideradas “vivienda adecuada”. Campamentos, arrendamiento sobrevalorado y un déficit de casi 500 mil casas. La vivienda como puro bien de consumo al igual que la educación, la salud, la seguridad social, el trabajo y su protección, entre otras cuestiones sociales, requieren que pongamos “orden en la casa”.
Este es uno de los países con mayor desigualdad en la distribución de la riqueza, las oportunidades y los riesgos. Sin duda hay que poner orden.
Miles de niños mueren bajo la tutela del Estado y la primera medida es aumentar la transferencia de fondos a privados. El SENAME sigue siendo una casa a ordenar.
La diversidad y la tolerancia fueron gravemente ofendidas por las palabras del Cardenal Ezzati, y el clero está profundamente cuestionado por el rol pasivo y no pocas veces abiertamente encubridor, en casos de abuso infantil. Pues bien, ordenen esa casa.
Suma y sigue. Al fin y al cabo tenemos que mirar lo que está pasando en la casa de todos.
Algunos solo quieren su parte. Y están dispuestos a defenderla contra cualquiera. Es alarmante el nacionalismo en el relato de los ciudadanos de a pie, que estiman que los bajos salarios, las indignas pensiones, la ineficiencia de los servicios públicos, han sido causados por los inmigrantes.
Hay que poner orden en esta casa, la ley de migración para el siglo XXI debe concordar con los Tratados de Derechos Humanos suscritos por Chile.
Nuestra propia Constitución debe concordar con el horizonte ético-jurídico contenido en cada una de las convenciones que la comunidad internacional ha pactado para garantizar el irrestricto respeto, promoción y resguardo de la dignidad humana, sin distinciones de ninguna especie.
Las fronteras deben abrirse al flujo de talentos y capacidades que cada ser humano lleva consigo. No solo a los bienes y a los capitales. Tenemos suficiente riqueza para todos, acumulada hoy en manos de unos pocos. Ese es el problema y hay que poner orden, no cabe duda.
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