No es un chiste ni un meme de redes sociales: el Partido Libertario, liderado por Johannes Kaiser, ha difundido entre sus candidatos al Congreso un decálogo extendido -los "19 mandamientos"- que más que principios programáticos, parecen una proclama ideológica fundamentalista, destinada a reinstaurar un orden reaccionario, autoritario y profundamente antiliberal, todo envuelto en la retórica libertaria más hueca del siglo XXI.
Como en toda fórmula autoritaria que se precie, el documento apunta directamente contra los avances más elementales en derechos humanos, inclusión, autodeterminación y organización popular. Se prohíbe el lenguaje inclusivo, se rechaza la Agenda 2030 de la ONU, se desacredita toda política de género, y se postula una moral nacional-católica que recuerda a las épocas más oscuras del integrismo franquista y la derecha pinochetista.
Este programa no es una simple excentricidad, es una declaración de guerra cultural. Y no lo hace en nombre de una "libertad" real -económica o política-, sino de la defensa de un sistema de dominación de clase, género y raza. Es el "orden natural" del capital, en el que las mujeres obedecen, los pobres callan, las disidencias se invisibilizan y el pueblo trabaja sin derechos.
En uno de sus puntos más sintomáticos, el instructivo exige "defender el orden natural de la familia", lo cual no es más que un eufemismo para oponerse a cualquier forma de pluralidad afectiva o parental que escape al mandato heteropatriarcal. La ofensiva no es solo política, es ontológica: se quiere normar lo que una persona puede ser o sentir. El enemigo no es solo la izquierda, es el sujeto libre.
Del mismo modo, el rechazo absoluto a la Agenda 2030 revela su desdén hacia cualquier política multilateral mínima que intente limitar el caos capitalista global: cambio climático, hambre, desigualdad o sostenibilidad son, para estos fanáticos, excusas de una supuesta "agenda globalista" para acabar con la soberanía nacional. Nada más irónico, viniendo de quienes subordinan todo a Estados Unidos, Israel y los dogmas neoliberales de Milton Friedman y los Chicago Boys.
Esta plataforma -que parece calcada de Vox en España o del trumpismo más delirante- no aparece en el vacío. Responde al avance regional de la ultraderecha, de Milei en Argentina, de Noboa en Ecuador, y se alimenta de la debilidad de los proyectos populares, del descrédito de la política tradicional y del miedo sembrado ante los cambios estructurales que exige nuestra época.
Pero no hay que engañarse: este tipo de proyectos reaccionarios no son espontáneos. Son el rostro político del capital financiero, de las grandes corporaciones, del extractivismo y de la doctrina del shock permanente. Vienen a disciplinar a los cuerpos, las conciencias y los territorios.
Frente a esto, la izquierda no puede limitarse a denunciar o escandalizarse. Debe reconstruir su hegemonía desde abajo, con un nuevo programa de transformación, con pedagogía política, con poder popular y con una estrategia que supere la gestión del capitalismo por vía progresista. La respuesta al neofascismo no es el centro tibio, es la revolución.
Los 19 mandamientos del Partido Libertario son un espejo siniestro de lo que está en juego: o emancipación o barbarie. La historia no espera.
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