Por atender el proceso constituyente todas las urgencias sociales quedarán de lado. Supuestamente, el Gobierno esperaba el 5 de septiembre para poner en marcha sus grandes reformas, pero ante el fracaso rotundo que obtuvo, lo único que les quedó fue tiempo perdido y ahora los problemas se han convertido en una crisis total.
Una de las mayores dificultades es la de seguridad, que el Estado debe garantizarla en todo su espectro: social, policial, fronteriza, económica, etc., lo cual va de la mano con la libertad, porque sin seguridad no podemos ser libres, ya que tenemos miedo de salir a la calle e incluso en nuestro propio hogar no nos sentimos seguros y nuestra libertad termina siendo coartada por la delincuencia. Es el Estado el que está fallando y la primera responsabilidad recae en el Presidente Gabriel Boric.
Esto no es azaroso, así lo consigna la Constitución que nos sigue rigiendo, capítulo IV, artículo 24°, que define que la autoridad del Presidente "se extiende a todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden público en el interior y la seguridad externa de la República", pero cuando leemos que en un fin de semana mataron a 3 automovilistas, que el crimen internacional se posicionó en nuestro territorio y que en la macrozona sur se extienden las zonas de ataques terroristas, es legítimo cuestionarse si existe realmente ese "orden público" y preguntarnos qué está fallando.
Durante las Fiestas Patrias en Recoleta, comuna a la que represento y en la que vivo, unos vecinos en calle Alberto Figueroa con Tabaré realizaban un asado, a falta de patio, la parrilla se sacó a la calle, en medio del ambiente de festividad, pasó un desconocido y con un disparo en el cráneo dio muerte inmediata a uno de los asistentes. A vista de quienes caminaban por los alrededores se dio a la fuga dejando otras dos personas heridas, una de ellas de gravedad. Esto a solo unos cuantos pasos de un colegio, en un barrio residencial con varias torres de departamentos y en medio de una festividad. El sentimiento de miedo y desprotección de los vecinos es total, mientras que para ese criminal hay una sensación de impunidad, y como no, si los días pasan y aún no hay ningún detenido, solo una población cada vez más atemorizada.
Yo me hago parte de esa población, esto sucedió en mi comuna, a 4 cuadras de mi casa y así son cientos de miles de chilenos que al salir a la calle tienen miedo de ser víctimas de esta delincuencia desalmada, que por un celular y unas cuantas monedas es capaz de matar a alguien. Ya no estamos hablando de ese delincuente común sino de violentistas que no tiene empacho en apuntar directo a Carabineros y dar muerte a un inocente.
Las aristas son varias, pero el gran problema yace en que el responsable de la conservación de la seguridad pública no está atendiendo a su trabajo y está más enfocado en discusiones políticas, y con él ha arrastrado a parte del Congreso, ya que los congresistas no podemos poner urgencia a los proyectos de ley sobre seguridad, ello es solo facultad del Gobierno, y tampoco podemos presentar iniciativas para otorgar mayores recursos a seguridad, ello también solo lo puede hacer la Segpres. Con ello, las policías se han visto ante una ausencia de mando fuerte, que sea capaz de dar las órdenes y destinar los recursos que se necesitan para hacer frente al crimen. Ante esta falta de mando, la delincuencia se abrió paso, sin miedo a la persecución ni a la condena.
El Gobierno sigue desconectado de su propio pueblo y mientras las familias piden más seguridad, desde La Moneda insisten en impulsar una agenda ideológica que fue derrotada por voto popular y con una mayoría histórica. Desde los partidos del oficialismo le siguen el juego y fallan en su deber de respetar y hacer valer la democracia. Lamentablemente tenemos parlamentarios perdiendo tiempo en negociaciones, cediendo ante un sector que fracasó y negociando cupos para un grupo de debate que la ciudadanía rechazó. Hoy, lo que hay que hacer es atender ese grito de desesperación, de miedo, ese llanto de quienes son víctimas de la violencia, la delincuencia y el terrorismo.
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