¿Muerte del voto electrónico? No exageremos

La fallida elección electrónica en la UDI ha motivado diversas aseveraciones que tratan de concluir apresuradamente que esta experiencia ha sepultado al voto electrónico en Chile.

Nos parece que esas expresiones no son responsables y que además le quitan legitimidad, de manera imprudente, a la participación de miles de personas en cientos de elecciones internas que sus organizaciones han realizado con este sistema.

Es lamentable que toda la discusión sobre el voto electrónico se centre en las elecciones de partidos políticos que, siendo muy mediáticas, son las menos frecuentes en la operación de esta herramienta de participación en Chile.

Además, sólo se evalúa el voto electrónico en tanto su capacidad de reemplazar el sistema de votación nacional para elegir a autoridades políticas, algo que nadie propone en este momento.

El gran aporte del voto electrónico remoto es y ha sido permitir elecciones seguras, expeditas, eficientes, y a un costo accesible para las organizaciones de tamaño medio y menor, que nunca han podido realizarlas en papel.

El mejor ejemplo es el de los sindicatos de LATAM, cuyos afiliados se encuentran distribuidos en todo el planeta y que gracias a este sistema, hoy organizan votaciones oficiales para sus decisiones, con altos quórums de participación.

También está el ejemplo de decenas de sindicatos en provincia, colegios profesionales con sus afiliados distribuidos en todo Chile, municipalidades que quieren decidir su futuro con sus vecinos. Ejemplos recientes hay varios: en noviembre, más de 77.000 personas de Las Condes, Providencia y La Reina, y otros 12.579 en Renca, votaron a través de esta plataforma.

La semana pasada, más de 20.000 funcionarios públicos de la ANEF eligieron a su directiva y recién esta semana, hubo un récord de 11 votaciones simultáneas en diversas organizaciones pequeñas.

Las más de 500 elecciones electrónicas remotas realizadas, y los más de 355.000 sufragios registrados, confirman que esta tecnología abre grandes espacios de participación y que la necesidad existe.

Implementar una democracia directa, frecuente y de bajo costo es posible gracias al voto electrónico y parte importante de la insatisfacción ciudadana se puede canalizar vía estas consultas, plebiscitos y votaciones locales.

Hemos aprendido de la experiencia. La aplicación del voto electrónico, en cualquiera de sus versiones, es más difícil en elecciones políticas.

Los partidos son complejos pero, además, factores como la coerción, el fraude y la auditabilidad cobran un carácter distinto en estos sufragios, que imponen un desafío adicional y muy delicado a quienes desarrollamos esta tecnología. Estamos conscientes de que pasará un tiempo antes que este tipo de elecciones migren a voto electrónico.

En 20 años seguramente esta discusión será obsoleta. Tendremos tecnologías comunes y masivas para la democracia electrónica, quizás con un sistema más fluido, con elecciones más frecuentes para evitar que cada una sea tan crucial y definitiva, o donde incluso se permita a los votantes cambiar su voto, minimizando la amenaza de la coerción.

El voto electrónico en política tendrá su lugar y jugará eventualmente un rol fundamental. Pero antes debemos transitar este camino con cuidado, generando confianza y experiencia, pero también innovando y desarrollando tecnología propia. Chile puede liderar ese camino a nivel mundial. Y estaremos ahí.

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