En medio del debate constituyente que se inició después del “Acuerdo por la Paz, la Justicia y la nueva Constitución” que firmaron los parlamentarios de Chile Vamos y la oposición (donde la labor del diputado Mario Desbordes fue clave), se torna necesario definir conceptos de manera clara y enfática, para así evitar interpretaciones que llamen a error y que vuelvan a incendiar el ambiente político y social.
Primero. Si el espíritu de los legisladores no es otro que crear una Carta Magna desde cero, con páginas en blanco y contenidos elaborados en consenso con un quórum alto de 2/3, creo que no corresponde que como “premio de consuelo” todos aquellos temas que son esenciales y basales en una nueva Carta Fundamental pasen a ser materias de ley ordinaria, lo que conlleva quórums más bajos y posibles pasadas de máquina por parte de mayorías circunstanciales. Todo porque no se tuvo la capacidad de obtener acuerdos, que es lo que interpretó a su manera la izquierda representada en el Frente Amplio y los grupos más intransigentes de la oposición.
En medio de este diferendo, el senador Andrés Allamand advirtió - con justa razón - que cada materia del órgano constituyente que no obtenga humo blanco debe volver a lo que estaba originalmente a la Constitución de 1980, pero, ojo, no por un tema de inmovilismo, gatopardismo o vetos, sino que para asegurar que la redacción del nuevo texto sea limpia y hecha entre todos.
Acá el mensaje es obvio, la clase política debe ser capaz de ceder hasta que duela para construir una Constitución limpia en democracia, sin problemas de origen y con ideas que representen a todas las sensibilidades. Todo lo demás es maña, incomprensión, ceguera y no entender que un amplio porcentaje del país añora cambios.
Segundo. Derivado de lo anterior, es clave que la redacción de la nueva Constitución cuente con una alta participación ciudadana, lo que supone que el órgano constituyente se componga de miembros elegidos directamente por la gente, por cierto, si pasa el filtro de entrada en el plebiscito de abril próximo.
Ya que la calle pide espacios a gritos, pues bien, llegó el momento de ver si los caceroleos y bocinazos pesan realmente o si solo fueron bravatas, piedrazos y caminatas vacías. Por lo tanto, sea emplantillados en los partidos o de manera independiente, los candidatos al constituyente que provengan de juntas de vecinos, salas de profesores, federaciones estudiantiles y colectivos sociales palparán en las urnas el verdadero sentir popular.
Y tercero. Con un constituyente 100% ciudadano se asegura que todos los segmentos estén presentes en este trabajo. Hablamos de regionalistas, pueblos originarios, sociedad civil, constitucionalistas, economistas y, claro, los líderes con pasado o presente parlamentario.
Hoy todos los caminos nos indican que se deben abrir las ventanas para que entre aire fresco y que, al revés, reducir, acotar, limitar y poner cortapisas solo acentúa un malestar que nadie quiere que vuelva a transformarse en caos, incendios y un clima de odio que pone en riesgo nuestra democracia, palabra que muchos usan para hacerse gárgaras, pero que en momentos decisivos se ignoran con inconducentes acusaciones constitucionales e irrisorias peticiones de renuncia al Presidente.
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