Nuevas generaciones vs política tradicional

¡Chile despertó!, es la consigna que escuchamos desde hace un mes y que se ha expresado en el estallido social del 18 de octubre, la “Primavera Chilena”, que ha tenido una altísima aprobación y participación ciudadana, liderada por nuevas generaciones. 

Según la encuesta Cadem de octubre pasado, de los grupos etarios, 57% de la población de entre 18 y 34 años reconoce haber participado en alguna movilización, marcha ciudadana o caceroleo. Adicionalmente, 72% está de acuerdo con que se mantengan las movilizaciones y marchas y de ellos, 86% de los que tienen entre 18 y 34 años está de acuerdo. 

¿Y dónde quedan los políticos y los partidos? Si volvemos a mirar las cifras, estas reflejan que los parlamentarios de todos los partidos han obtenido una bajísima aprobación de entre 11% y 16% (Cadem, octubre 2019). 

Mirando esto ¿cómo podemos evaluar el rol de los partidos tradicionales? 

Aunque sus nuevas generaciones, con cuadros formados y capacidades desarrolladas participan de manera entusiasta del movimiento, no tienen espacio en sus estructuras partidarias. 

Y los datos lo dicen desde antes. Según Cadem “el Chile que viene”, de febrero de este año, los jóvenes ven en la política tradicional uno de los problemas más grandes para su desafección. 

50% de los jóvenes entre 13 y 21 años y 56% entre 22 y 35 años cree que la razón por la que los chilenos están enojados es “por los políticos del país”. Si vamos al territorio, vemos como algo aislado la existencia de un Concejal, Alcalde, Consejero Regional o Diputado joven. 

Resulta evidente que la política tradicional no ha tenido la capacidad, ni el interés de renovar en sus estructuras de representación la participación adecuada de nuevas generaciones. En este punto hay una responsabilidad directa de quienes han ejercido el poder desde el retorno a la democracia. 

Por lo anterior, peligra su continuidad y lo más notorio, también su legitimidad frente a la ciudadanía. 

Según Servel, partidos como la DC y el PS tienen un promedio de edad de sus militantes entre 54 y 47 años respectivamente. Mientras que los integrantes de RD o Evópoli, tienen en promedio, 32 y 26 años respectivamente. 

Incorporar rostros nuevos, significa sólo sumar a la política tradicional, proveyendo aire fresco, principios firmes, mentes limpias y sobre todo, acercar el sentir de la ciudadanía, que no participa de las instancias regulares de la democracia, pero que sí tiene interés en los asuntos públicos. 

Se deben abrir los espacios de conducción política partidaria e institucional, y para hacer este recambio, también hay que evaluar medidas como: 

Cambio del sistema electoral, incorporando voto obligatorio e inscripción automática para mayores de 18 años. Y para mayores de 14 y menores de 18 años, incorporar el voto voluntario. Ambos con desafiliación voluntaria. 

En segundo lugar, incorporar educación cívica para todos los niveles de la educación, e incorporar el voluntariado comunitario, como mecanismo de socialización y desarrollo de la empatía y solidaridad. Incluyendo trabajo comunitario para infractores de ley menores de edad. 

También, buscar mecanismos de participación ciudadana en las organizaciones del Estado, que permitan tomar decisiones más pertinentes a las demandas y el sentir de los más jóvenes. 

Además de poner límite a la reelección de autoridades y dar incentivos positivos para la participación de candidatos de hasta 35 años en elecciones populares de todo nivel. Incentivos como, por ejemplo, la devolución de dinero equivalente a la de mujeres candidatas. Incluida la elección de los miembros de la Convención Constituyente. 

Se necesita una Subsecretaría de las Juventudes. Con ella el Estado da forma a una institucionalidad, con capacidad de implementación y de coordinación de todas las políticas públicas centradas en las demandas y necesidades de los más jóvenes y su diversidad. 

Y, por último, evaluación de los resultados del Servicio Civil a nivel selección de directores públicos, entre otras razones, para dar mayor equidad en selección de personas jóvenes en los concursos laborales que realiza el Estado para la dirección de las organizaciones públicas. 

Estas son algunas ideas y medidas que permiten apuntar a la legitimidad del sistema político, incorporando a una ciudadanía joven actualmente invisibilizada.

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