Ninguna persona es una isla;
la muerte de cualquiera me afecta
porque me encuentro unido a la humanidad.Por eso, nunca preguntes
por quién doblan las campanas: doblan por ti.
John Donne, (1572-1631).
En todo el orbe, hombres, mujeres, niños, niñas, adolescentes, adultos mayores tienen sus vidas trastocadas por la acción de un virus, el Covid 19.
Cuando muchos creían que el futuro se trataba sólo de cómo viviríamos mejor, de llegar a promediar 110, 120 años de vida, una célula nos puso de cabeza y expuso toda nuestra fragilidad. Y los países enfrentan la situación de acuerdo a su idiosincracia: en China y países asiáticos respondiendo con disciplina lo dictaminado por sus autoridades; su historia de dinastías y regímenes brutalmente opresores son el precedente.
Pero otras naciones responden desde otra lógica, en Italia las familias encuentran su centro en los abuelos y abuelas, en compartir la mesa los domingos, en abrazarse y reconocerse; en Alemania la disciplina consciente los hace tener mejores números en contagios y víctimas fatales. ¿Y nuestro país?
Estamos respondiendo de acuerdo a los tiempos que estamos viviendo. El 18 de octubre de 2019 hubo un estallido social que durante meses tuvo al país viviendo entre marchas, represión, rabia desatada, muertes y mutilaciones. Hoy - cuarentena incluida para algunas comunas -, estamos en las primeras fases del proceso de contaminación. Más de 2000 contagiados y siete fallecidos, es nuestra realidad hoy.
En la sociedad del abuso y de la desconfianza, de la desigualdad, de la segregación, cada decisión tomada por la autoridad ha sido puesta en cuestionamiento por médicos, técnicos y políticos.
Cuesta creer en el ministro de Salud, en el subsecretario de Redes, más en Piñera, a quien la encuesta oficial muestra subiendo en el indicador de aprobación; cuesta creer en el ministro de Hacienda y sus soluciones a la crisis y a la ministra del Trabajo que no da respuestas ni certezas a quienes temen por su trabajo, por sus ingresos, por el mañana.
Los alcaldes y alcaldesas que ven llegar hasta las puertas de sus oficinas a vecinos y vecinas, conocen de forma directa sus necesidades; saben de primera mano las falencias del sistema de salud, la mayoría opera en la precariedad financiera y estructural y, por ello, sus voces han puesto entre las cuerdas a las autoridades del gobierno central. Todas y cada una de sus propuestas, primero rechazadas por el ejecutivo, debieron ser aplicadas con el paso de las horas. Los fallecidos/as son de sus territorios y pertenecen a comunas populares; son las víctimas de un mal importado y de la inconciencia de quienes no se han cuidado ni sienten responsabilidad social.
Este tiempo de crisis sanitaria da la oportunidad para demostrar de qué madera estamos hechos: de conciencia, responsabilidad y solidaridad…, o de codicia, convertidos en granujas que nos aprovechamos de la crisis para especular; de egoismo, para despedir sin humanidad a quienes han entregado una vida a un trabajo; de inconsciencia, para transitar por calles y barrios sabiendo que somos, o podemos ser, portadores del Covid 19.
Cada día una muerte más, luego el número será probablemente exponencial. Ojalá no tengamos que ver filas y filas de urnas, sin familiares pudiendo despedirles. El temor se justifica cuando, por ejemplo, nos dicen que los ventiladores mecánicos comprados llegarán… algún día en mayo.
Todos los días teniendo que ver y oir a autoridades de gobierno que no se equivocan, que lo hacen bien, que se comparan desde una altura soberbia con otras naciones del continente, sólo alimentan la angustia, el temor y la rabia, mientras, las muertes crecen, tocan a personas de distintas comunas y condiciones, que tal vez no conozcamos, pero que un día puede ser cualquiera: alguien de los míos, alguien de los tuyos… por eso, no preguntes por quién doblan las campanas.
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