Primarias, una historia de peras y manzanas

Chile celebré por primera vez elecciones Primarias legales, cumpliendo un conjunto de estándares regulatorios propios de un proceso electoral común y corriente, como estar regulados por normas jurídicas de rango legal, organizado por el SERVEL y enmarcado en principios de universal aceptación en materias de convocatoria, campaña, padrón, entre otros.

En este contexto las peras se parecen mucho a las manzanas, pero indudablemente no son lo mismo, vale decir, aunque ambas elecciones se nominen como tales y posean un conjunto de externalidades similares o asimilables, no dejemos que literalmente las apariencias nos engañen. Este espejismo se hizo evidente, cuando una cantidad no menor de dirigentes políticos y analistas expertos en números, apuntaban con “optimismo moderado” a criticar las falencias de este proceso, particularmente los niveles de participación.

Sin perjuicio que existen algunas críticas aceptables, es fundamental establecer una premisa básica para calificarlas: las elecciones primarias no corresponden a una especie de elección general, sino más bien, son una especie dentro del género de elecciones internas partidarias.

En este sentido podríamos hablar de elecciones internas extendidas, dado que contiene la posibilidad de participación de adherentes a una tendencia política, sin militar en la o las agrupaciones en contienda.

No podemos olvidar que esta especie de elección, se generan en el marco de la crisis de representación, donde la baja sostenida de legitimidad de los partidos políticos y, en consecuencia, sus candidatos, pasan a pedir el auxilio ciudadano abierto para mejorar sus niveles de aprobación.

Desde esa perspectiva, la elección Primaria constituye un aporte en la solución de la crisis de representación, pero es por si sola insuficiente, vale decir, no puede obviarse la necesidad de generar las reformas necesarias al sistema político, con la finalidad de mejorar y ajustar las condiciones de cumplimientode los mandatos populares de cada representante electo.

En este punto debemos ser justos y señalar que el Gobierno asumió con decisión esta tarea, creando incluso una comisión especial para la generación de una completa agenda de cambios normativos, compuesta por personalidades del mundo académico nacional e internacional. Lo que ocurrió después en el Congreso, será juzgado por la historia.

Si damos por sentado que esta elección constituye una especie de certamen electoral interno extendido, todo análisis posterior o juicios vertidos con relación a la baja participación y obligatoriedad del voto, parecen perder parte importante de razón. Para llegar socráticamente a esta conclusión, hagamos las preguntas de rigor.

¿Quiénes deben participar en una elección primaria? Los militantes y adherentes a las opciones en carrera.

¿Debe reformarse la actual voluntariedad del voto en las elecciones primarias? No, porque justamente esta voluntariedad es reflejo de la fuerza de la adherencia a una opción especifica dentro de un conglomerado o partido político. La voluntariedad no constituye una debilidad del sistema, sino todo lo contrario, es su principal blindaje para conservar la naturaleza originaria y verdadera.

¿Se deben comparar los niveles de participación electoral con las elecciones generales? No, bajo ninguna circunstancia, dado que como dijimos esta es una elección interna partidaria extendida y resulta mucho más certero compararlas con esta, que con los niveles de una elección general.

En este punto no queremos obviar el análisis de la experiencia comparada, particularmente la Argentina que reguló las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) y que pudiera esgrimirse como un modelo susceptible de ser imitado en nuestro país.

Sin embargo, queremos prevenir que en materia electoral no existen fórmulas buenas o malas per se, sino mecanismos que se ajustan al momento particular de desarrollo de las sociedades política. El caso argentino tiene particularidades ajenas a nuestra realidad nacional,especialmente por la existencia de un partido nacional de proporciones imponentes, el Partido Justicialista, que la verdad sea dicha es un movimiento nacional federado, respecto del cual la fórmula propuesta vino a solucionar en parte el fraccionalismo genético del peronismo.

Irónicamente esta fórmula sería la herramienta ideal para lograr la unidad de la oposición extremadamente multicolor, encabezada por el actual Presidente de la República Federal Argentina.

Finalmente, no todo son explicaciones que busquen morigerar las críticas más sonoras, sino también debemos prender algunas luces de alerta.

Primero, dada la voluntariedad en la votación, marcada por la manifiesta adscripción a una tendencia política, los riesgos del conocido “acarreo” se hacen presentes. Esto repone la permanente observación relacionada con fortalecer la geo referenciación de los locales de votación, muy golpeada por la inscripción automática, así como abrirse a formas de sufragar haciendo uso de nuevas tecnologías.

Segundo, considerando las limitaciones a las campañas y posibilidad de georeferenciar al electorado, debe adoptarse firmes sanciones a los mínimos atisbos de clientelismo electoral, sea lo haga una autoridad pública, que compita por su reelección,  directo respaldo del Estado por una opción en carrera o llegando derechamente al cohecho.

Tercero, las reformas electorales relacionadas a la limitación a la campañas electorales, así como el control al gasto electoral, no puede servir de excusa o limitante para que la ciudadanía se informe sustantivamente de las opciones en juego. El camino contrario nos condena a la elección de figuras televisadas o televisivas, que corren con una ventaja incomparable en un contexto de escasa presencia mediática de sus contrincantes.

Corolario de todo lo anterior, es afirmar que esta jornada representa un paso fundamental en términos de combatir frontalmente la crisis de representación, que va en la dirección correcta y sus resultados son ajustados a la naturaleza de las primeras elecciones primarias en Chile.

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