Para los que observamos los movimientos mundiales con una mirada crítica pero no menos vivencial, nos llama la atención el momento de tensión en que se encuentra el Estado-nación en la actualidad. Quizás es una variante poco difundida con respecto a lo alcances del Covid-19.
Hasta hace unos meses atrás se cuestionaba profundamente como el Estado - en cualquier latitud del globo - tomaba decisiones que afectaba a las poblaciones al interior del territorio de manera unilateral o bien, influenciada por alguna entidad internacional de financiamiento como marco regulatorio a algún préstamo intermedio.
Sin embargo se hablaba de la porosidad de las fronteras, de la crisis del Estado como agente protagónico en las relaciones internacionales e incluso, algunos hablaban de la muerte del agente ante una nueva modernidad, más hiperconectada, fluida, devenida y globalizada.
Sin embargo, la(s) crisis del Covid-19 ha despertado a ese gigante medio dormido que es el Estado-nación.
Hoy, más que nunca se le ha exigido un repertorio de decisiones que jamás se había contemplado en la historia reciente: el cierre de fronteras, la suspensión de la libertad de movimiento, el confinamiento de miles de personas, el uso obligatorio de cierta indumentaria en pos de la salud personal, grupal y social.
Junto con ello el rescate de miles de organizaciones, el despacho de leyes de forma exprés con el fin de “cuidar” el empleo, préstamos de dineros blandos a empresas y personas, entre una batería hasta ahora no acabada de medidas que debe verse en las próximas semanas.
Las entidades internacionales, como la OMS, han servido como influenciadora de directrices para paliar el virus, sin embargo, cada gobierno de cada país en el mundo ha tomado sus propias medidas, según su propia realidad. Incluso en la misma Unión Europea, que es el ente supra-estatal por excelencia y caso de estudio de federación de Estados cuyas medidas se toman en conjunto, ha sufrido una gran tensión con las diferentes decisiones gubernamentales y políticas que cada país ha tomado, siendo discordantes en algunos casos entre sus propios miembros.
Es así que asistimos a un momento histórico sin precedentes, no solo por que un virus ha casi paralizado el mundo y lo ha hecho entrar en una fase de hibernación socio-económica, sino que ha vemos el re-despertar y resurgir del Estado-nación como ente principal y hegemónico en medio de esta crisis, que toma decisiones que “responden” conforme la realidad propia de cada territorio y de sus habitantes.
El 2020 quedará marcado en los anales de la historia pos-moderna.
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