Son muchos los ciudadanos que alguna vez han debido sortear exámenes sicológicos para postular a un trabajo. Esto porque para una empresa, no basta con el currículum, las referencias o las entrevistas y al candidato se le somete a un exhaustivo escáner que busca determinar si es apto para el puesto al que aspira.
Al parecer, las exigencias para representar a la ciudadanía en el Congreso son más laxas ya que la ley pide que no tenga condena por algún delito y que declare los bienes e intereses que puedan comprometer sus futuras decisiones. ¿Qué pasa acerca de las aptitudes y condiciones del candidato? Bueno, está su experiencia, las propuestas, el slogan y el carisma. Y su “ética”.
Como autoridades, nos vemos sometidos a conflictos de intereses, a los vicios del poder, a las malas prácticas que han corroído la actividad política, y no basta un manual o un informe para impedir la corrupción. En ese sentido, creo insuficiente declararse como un ciudadano ético, ¿O usted imagina un candidato que diga que no lo es? ¡Por su supuesto que no!, todos seremos blancas palomas, hombres y mujeres más allá del bien y el mal.
Pero no somos blancas palomas y no estamos más allá del bien y el mal, estamos en el medio. Lo que debemos proveerles a los electores es la información más completa de quiénes somos para que ellos decidan y voten en virtud de esos antecedentes, cómo creen nos comportaremos.
Declaremos nuestro patrimonio, expongamos nuestros antecedentes judiciales, difundamos nuestro currículum, pero vayamos más allá y presentemos nuestro test de consumos de drogas, sometámonos a diagnósticos sicológicos. ¡Transparentémonos!
Si usted tuviese un negocio, ¿contrataría un empleado cuyo examen arroja que tiene problemas con la autoridad y las estructuras jerárquicas?
Si a usted le asignan un nuevo jefe, ¿le sería indiferente saber que es narcisista?
Si usted se va a operar, ¿le resbalaría que su médico fuera consumidor habitual de cocaína?
Aunque el nuevo empleado resulte ser un ejemplo de servicio o el jefe sea un paradigma de ecuanimidad y el doctor un maestro de la cirugía, el elector tiene el derecho a saber quiénes eran antes de optar.
¿Somos servidores públicos, éticos y preparados para la responsabilidad que se nos encomienda?
Podemos declararlo majaderamente en carteles y entrevistas, pero ¿podemos demostrarlo con exámenes? Debemos hacerlo ahora.
Yo, a los tests me someto.
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