Un paso para adelante, dos para atrás

Como ya es conocido, no en una sino múltiples formas que no es necesario puntualizar ahora pero que me imagino la ciudadanía podrá recordar. Nuevamente el ejecutivo da un paso para adelante y dos para atrás, al anunciar que iniciará la regulación de Uber y Cabify.

La mentada acción del ministerio de Transportes y Telecomunicaciones se traduce en el envío de un proyecto de ley que regula y legaliza ambas aplicaciones, con una serie de medidas entre las que se encuentran la exigencia de licencia de conducir tipo A, registro de antecedentes, la norma de cumplir sus servicios con automóviles de alto estándar – eufemismo para autos de lujo-; nuevo mecanismo de precios con cobros adicionales por kilómetro, eliminación de pago en efectivo, tarifa regulada por “panel de Expertos”, etc., etc., etc.

La primera pregunta que me surge de inmediato es ¿porqué regular un sistema que funciona bien? O ¿por qué regular lo que mejor funciona?  Y la pregunta no es casual pues lamentablemente la historia reciente da cuenta de que hasta ahora el ministerio no ha sido capaz de regular y fiscalizar el pésimo transporte público con el que cuenta la capital de Chile y sus regiones.

Transantiago y sus derivados regionales como Trans Antofagasta,  además de los taxis y colectivos capitalinos y regionales que corren por carril propio (en algunas regiones utilizan taxímetros, en otras el ojímetro) y con un pésimo servicio, probablemente dentro de los más deficientes, si hiciéramos el ejercicio de una encuesta nacional flash.

Las regulaciones que se despacharán al congreso, conllevan además una serie de requisitos y medidas que generan barreras de entrada: segmentación al exigir automóviles de lujo, tanto para quien da el servicio como para el que lo quiere utilizar; lo mismo ocurre con la regulación de tarifa y sistema de pago, que nuevamente aleja la posibilidad de utilizar Uber y Cabity a un segmento no menor de la población, es decir ¿un servicio elitista?

Hoy la medida nos muestra a un ministerio más papista que el Papa, que ha desempeñado una cuestionable tarea regulando los actuales sistemas de transportes con taxis y colectivos que ofrecen servicios impresentables, pero que están regulados, que en muchos casos cobran lo que quieren, pero que están regulados, con servicios en aeropuertos que funcionan como mafias (tema expuesto en la TV), pero que siguen regulados. Pues bien la regulación y legalización, también requiere fiscalización, capacidad de gestión y control.

Hasta ahora Uber y Cabify irrumpían con un servicio que distaba de lo que hasta ahora estábamos acostumbrados, y parece que esto molesta y finalmente se cede a las presiones. Hoy se dio un paso hacia adelante y dos para atrás, para un servicio del cual al parecer, tendremos que comenzar a despedirnos.

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