Formalmente no se podía participar en más de uno, y yo organicé el mío como miembro del directorio del Centro de Padres del Colegio San Ignacio El Bosque. Llegamos más de 70 papás, mamás y hasta abuelitos de chiquillos que cursan estudios allí y divididos en tres grupos discutimos sobre valores, derechos, deberes e instituciones.
Pero además fui testigo de otras dos experiencias. Como miembro del Consejo de Servicio de la Comunidad de Vida Cristiana de Santiago (CVX) reunimos a casi 100 personas que en 5 grupos estuvieron gran parte de un sábado discutiendo sobre la Constitución desde el punto de vista de un grupo de católicos observantes, cercanos a la espiritualidad Ignaciana. Allí llegaron jóvenes secundarios, universitarios y adultos de todas las edades.
Además, en mi trabajo, un grupo de trabajadores, 15 personas, un tercio de la oficina, nos pidieron facilitar la sala de reuniones para realizar su propio Encuentro Local, que se centró como es lógico en una discusión sobre derechos y garantías sociales.
En esas conversaciones que pude observar y en aquella en la que pude opinar, salió de todo. Ideas tradicionales, como la preocupación por la vivienda, la salud, la educación y el trabajo. Y también ideas nuevas, como la de la “justicia intergeneracional” (asociada al cuidado del medioambiente en beneficio de las generaciones venideras) y como la idea de un papá que nos dijo “si vamos a poner la educación pública, gratuita y de calidad como un derecho, entonces yo pido que le pongamos a los jóvenes el estudiar a conciencia como un deber”, idea que a todos nos pareció genial.
Sin embargo, la frase que más recuerdo es la que me dijo una señora, ya en la cuarta edad, a la salida de los encuentros locales de la CVX: “Gracias por juntarnos a hablar de estas cosas. ¡Qué bien nos hace!”. Es como un gran resumen de la experiencia. Quien en su sano juicio destina hasta cinco horas de un sábado a debatir opiniones sobre el futuro con gente que no conoce si no es porque ¡por Dios que hace bien!
Se condice aquello bastante bien con lo señalado por la Presidenta Bachelet en la ceremonia con la que se dio por concluida la etapa de Encuentros Locales en La Moneda. Dijo la Presidenta sobre esta etapa, en el Patio de las Camelias ante un centenar de personas que organizamos encuentros locales: “Yo creía (…) que era una manera también de acercar entre distintas personas e ir generando confianza e ir conversando sobre cuál es el país que queremos construir. Y por eso, ‘para la Constitución, una conversación’ tenía ese sentido, cómo empezábamos como sociedad a reencontrarnos, a conversar sobre los temas que son claves para todos”.
Hay que hacer notar a los escépticos que un encuentro local es expresión del grupo que se reúne. Puede ser más o menos conservador, más o menos politizado, más o menos “pasado para la punta”. Quizás por mis amistades y grupos de referencia no me tocó ninguno muy extraño. No suelo reunirme con gente que quiera terminar con el estado de derecho ni con la separación de poderes, o que desee eliminar la Contraloría General de la República. Por el contrario, en mi grupo de San Ignacio el derecho de propiedad gozó de alta popularidad, quedando priorizado como un derecho relevante, aunque algunas personas hicieron algunos apuntes muy interesantes sobre limitaciones al derecho de herencia.
Dudo que los 15 mil encuentros locales auto gestionados inscritos hayan sido desarrollados por “cabezas calientes” y anarquistas. Por el contrario, he escuchado a personas genuinamente involucradas con la construcción de un país más dialogante, más equilibrado. Con un denominador común, todos los presentes compartimos la inquietud de tener una carta fundamental que sintamos como propia, no impuesta por el poder de las armas, en otros tiempos que felizmente para algunos de nosotros es un mal recuerdo de niñez y para muchos ni siquiera alcanza a ser recuerdo.
Una nota final, este proceso de tener conversaciones interesantes me hace pensar que a futuro tal vez no es tan mala idea apostar al cambio constitucional vía asamblea constituyente. Al fin y al cabo, los chilenos somos lo que somos. No veo porqué ello sería peligroso si electoralmente seguimos siendo más o menos tres tercios, que venimos eligiendo autoridades y parlamentos con una sana mezcla de apuesta por el cambio social con mesura y pragmatismo.
Si la derecha no es menos de un 35 a 45% en las elecciones generales, no veo porqué debería ser menos en la elección de una constituyente. A no ser, claramente, que insista en continuar en el mutismo respecto de una conversación que ya se desató y de muy buena manera.
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