Acertada y coherente decisión: No a la participación de empresas israelíes en Fidae

La polémica surgida por la decisión comunicada oficialmente por el Ministerio de Defensa Nacional, el lunes 5 de marzo de 2024, en la que informa que "la Feria Internacional del Aire y del Espacio (FIDAE), a realizarse entre los días 9 al 14 de abril, no contará con la participación de empresas israelíes", ha tenido diversos alcances y variados participantes.

Algunos principales detractores de la decisión, exmiembros de los altos mandos de ramas de nuestras Fuerzas Armadas, en carta difundida argumentan -sin ningún cuestionamiento ni reflexión, aunque fuesen bastante tardíos- con la curiosa constatación, en su propio lenguaje, de que ella "produce graves efectos políticos estratégicos, ya que nuestro país tiene una gran dependencia de Israel en la Defensa y el desarrollo espacial, ya que el Sistema Nacional satelital SNSAT, en su totalidad depende de empresas de ese país".

Nuestra Política Exterior, ni nuestras Políticas de Defensa y Seguridad, así como nuestro desarrollo espacial, jamás debieran tener una gran dependencia de país alguno, al igual que ninguna esfera de nuestro desarrollo nacional. Es esto lo que, conlleva "graves efectos políticos estratégicos", afectando y debilitando nuestra autodeterminación; autonomía científica, espacial, estratégica y tecnológica; independencia nacional y soberanía popular.

Otros opinantes han sido parlamentarios y parlamentarias que, a veces incursionan en las referidas políticas y/o son integrantes de las comisiones respectivas de ambas ramas del Congreso Nacional, con escasas excepciones en cuanto a ser efectivamente conocedores y/o especialistas -con formación académica y experiencia profesional- en estas temáticas y, en particular, en las relaciones bilaterales de Chile con el Estado judío sionista de Israel.

Lo sucedido es resultado de malas decisiones de gobiernos anteriores, por cierto, sin visión estratégica y adecuada consideración de la correlación de fuerzas en la arena internacional, y de la muy grave falencia geopolítica, idiosincrática y política nacional que consiste en hacer, habitualmente, meros análisis de las consecuencias y no de las causas, para cardinales tomas de decisiones, en particular las de repercusión estratégica y con necesaria mirada de futuro.

Asimismo, cuando surgen este tipo de debates o polémicas, la mayoría de los opinantes, ya sean columnistas permanentes o no, opta por aquella consabida errónea metodología que consiste en dar apresuradas respuestas, antes de elaborar y/o sugerir buenas preguntas.

Así, las relaciones con el Estado de Israel, en delicadas y sensibles esferas ya sintetizadas e involucradas, han sido, históricamente, desde 1948 -y desde 1967- erradas y no responsables, humanamente como prioridad o primer eslabón y, en la especie, con visualización de la esfera del desarrollo espacial de Chile en los últimos 35 años.

A lo menos, en nuestro actual Gobierno, S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, ha tenido una coherente, consistente y continuada posición política sobre las políticas del Estado de Israel y, dialécticamente, de los atropellados, avasallados e irrespetados derechos inalienables del sufriente pueblo palestino. Más aún, su conducta de principios en la materia la ha sostenido desde cuando era destacado dirigente estudiantil universitario, y la mantuvo, incrementándola formativa e informativamente, en sus dos períodos como diputado.

Anticiparse a los hechos, prospectivamente, es otra característica ausente en la gran mayoría de los analistas chilenos. El tema del Sistema Nacional Satelital (SNS) era previsible, ya que lo científico-tecnológico no debe separarse, nunca, de lo estratégico-político; de la inserción internacional del país; de la inteligencia informativa procesada y de lo técnico-militar.

En el diario electrónico El Mostrador expuse al respecto, con toda claridad, oportunidad y sin eufemismos, mi opinión anticipatoria, en publicación del viernes 27 de noviembre de 2020.

En efecto, el martes 13 de octubre de 2020, el entonces Presidente de la República, de acuerdo a información del Ministerio de Defensa Nacional (Mindef), "presentó el Sistema Nacional Satelital (SNS), pilar fundamental para materializar el ambicioso Programa Espacial de Chile", con el detalle de sus nueve grandes hitos de implementación. Ya aparecía un retroceso: lo que se había avanzado, como un consenso nacional entre especialistas e interesados, en cuanto a mantener el desarrollo espacial del país bajo un enfoque desde el mando civil y no militar.

Simultánea y consecuentemente, volvía a aparecer, con el referido anuncio, nuestro conocido déficit estratégico al no contar con una Agencia Chilena del Espacio (ACE), recordando así, inevitable y necesariamente, la que fuera creada como una Comisión Asesora Presidencial, el 17 de julio de 2001, por Decreto N° 338, durante el gobierno del expresidente Ricardo Lagos Escobar, y que comenzó funcionando en la entonces existente Subsecretaría de Aviación del Mindef, siendo su primer presidente Nelson Hadad Heresy, el subsecretario; y su primer secretario ejecutivo Héctor Gutiérrez Méndez, ambos civiles y éste último, especialista reconocido y vigente, hasta ahora, en el desarrollo espacial, con sólida formación académica.

Lamentablemente, este emprendimiento institucional -fundamental para la cooperación y el intercambio internacionales, ya en plena tercera década del siglo XXI-, por malas decisiones gubernamentales y ministeriales posteriores fue reduciéndose, y así desapareciendo y desnaturalizándose, y nunca contó con adecuados recursos humanos y materiales indispensables, hacia los años 2009-2011. Hoy, algunos seguimos bregando por su formal creación y nueva institucionalización, inserta como entidad especializada civil -agencia espacial-, en nuestro nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. La Celac ya avanza hacia una Agencia Espacial Latinoamericana, y Chile observa terrenalmente, al no contar con la institucionalidad correspondiente, para nuestra oportuna inserción en ella.

De allí que los riesgos asumidos por el anterior gobierno, al involucrarse contractualmente con el Estado de Israel en una esfera tan crucial, delicada y estratégica, sin consideraciones adecuadas y oportunas de Política Exterior y de Relaciones Internacionales, fueron y serán muy dañinos, irresponsables y temerarios. Israel, país pequeño en población creado en Medio Oriente, tiene, sin embargo, un enorme y sofisticado desarrollo científico, investigativo y tecnológico, incluyendo la esfera del desarrollo espacial, básicamente con abiertos usos (y abusos) militares y de inteligencia estratégica y monitoreo de su proceso de colonización, con anexión de territorios -violatorio completa y sistemáticamente del Derecho Internacional, y denunciado por nuestro país ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, recientemente-, condenado reiteradamente por Naciones Unidas, en múltiples resoluciones.

Obviamente, los riesgos para nuestra independencia y soberanía nacionales en la esfera espacial son enormes. En estas materias nada es al azar, y no son para ineptos y/o ingenuos. Nuestra Política Nacional Espacial no será confiable, así en nuestra subregión y tampoco en toda América Latina y el Caribe. Afectaciones a nuestra imagen país podrían ser complejas.

En la búsqueda de lo pudiéramos llamar una "globalización de la decencia", el Estado de Israel repugna, en la actual denominada comunidad internacional, y es un obstáculo muy negativo para la paz en Medio Oriente y para la creación y el reconocimiento impostergable y necesario de un Estado de Palestina y el respeto a los derechos inalienables de su pueblo. Así, Israel se convierte en un obstáculo estatal para la construcción de un mundo multipolar que, ya es una inevitabilidad histórica, en la actual correlación de fuerzas en la arena internacional.

Por todo lo anterior, me parece una muy acertada y coherente decisión de principios para la Fidae 2024, y las versiones bianuales venideras, de no contar "con la participación de empresas israelíes". Por cierto, no faltarán ni han faltado las acusaciones de antisemitismo, incluso irrespetando a nuestro Presidente de la República y otras altas autoridades. Es muy conocida esta cínica, desinformadora y gastada monserga comunicacional y mediática.

Ya el miércoles 25 de octubre de 2023, la reina Rania de Jordania nos advertía acerca de una doble moral, en el llamado "mundo occidental", en estas cuestiones muy vitales: "¿Nos están diciendo que está mal matar a una familia, a una familia entera, a punta de pistola, pero que está bien bombardearlos hasta la muerte? Quiero decir, aquí hay un evidente doble rasero".

Y el lunes 6 de noviembre de 2023, en declaraciones a la cadena estadounidense CNN, nos clarificaba que, "ser pro palestino no significa ser antisemita", para sintetizar, muy acertada cultural, histórica y políticamente, que "en los últimos años hemos sido testigos del uso de la acusación de antisemitismo como arma para silenciar cualquier crítica a Israel".

¡Y, hoy, ya no se trata de que, a partir del domingo 8 de octubre de 2023, este conocido y genocida Estado judío sionista de Israel es condenable, criminal, cruel, espantoso e inhumano! Postfactum, ya sería solo algo pasajero, reactivo y tardío, y hacerse el gil, desde el punto de vista estratégico, ético, humano y político internacional.

Más aún, en la hora presente, debiera revisarse completamente, y en profundidad, la validez y vigencia de este "Sistema Nacional Satelital" ¿chileno?, con aroma, impronta y sello israelíes. La coherencia y consecuencia de principios serán sustentables, además, si son capaces de analizar, cambiar y poner término a riesgosas políticas públicas especializadas y estratégicas.

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