El fenómeno migratorio de los últimos años nos ha desafiado como país y ha develado, en muchas ocasiones, nuestros puntos más críticos como sociedad. Incluso se han puesto en duda los derechos de los inmigrantes. Para la Iglesia Católica la migración es un derecho que tenemos todas las personas y, así mismo, todos quienes migran tienen derechos que deben ser respetados. Esto se basa en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y diversos Pontífices lo ratifican.
Valoramos el esfuerzo realizado por el Gobierno para ordenar la realidad migratoria en Chile, reconociendo el mayor flujo de extranjeros de los últimos años y creemos necesario el actualizar la normativa y orgánica vigente respecto a los que se dan pasos importantes.
Sin embargo, la eficiencia y eficacia de una política pública debe tener siempre como foco a la dignidad de la persona y no pueden estar por sobre ella.
Es sabido que el trabajador inmigrante viene a aportar a nuestro país, no a despojarnos de recursos. De hecho, la inmigración puede ser un recurso más que un obstáculo para el desarrollo. Pero es importante la forma en que se valoriza su aporte, para no caer en el utilitarismo y cosificar al ser humano despojándolos de su calidad de persona y de su dignidad.
Es necesario tomar conciencia como sociedad para que los derechos laborales de cada persona, no importando su nacionalidad sean respetados. La explotación es preocupante, muchas veces por miedo, debido a sus condiciones de irregularidad migratoria, muchos hermanos y hermanas no se sienten capaces de denunciar las vulneraciones en el trabajo.
Durante el mes de mayo celebraremos como Iglesia de Santiago el “Mes del Trabajo”, comprometiéndonos, como pide el Papa Francisco a Acoger, Proteger, Promover e Integrar a los trabajadores inmigrantes en comunión con distintas expresiones de solidaridad: la Vicaría de Pastoral Social Caritas, congregaciones, fundaciones, parroquias y comunidades que prestan servicio a los hermanos y hermanas inmigrantes.
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