Hablemos de esperanza

"En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación", dice el Papa Francisco en su Mensaje de Cuaresma 2021. ¿Y por qué no? Provocar no es de por sí negativo. Provocar es despertar, animar, mover, e incluso, si se hace más difícil, provocar es empujar, como quien empuja una silla de ruedas, como quien empuja un auto.

Ojalá la esperanza nos naciera con mayor naturalidad o espontaneidad, pero no siempre es así. Y pudiera ser que por todo lo que hemos y estamos viviendo, la esperanza no sea lo que tenemos más a flor de piel.

Es verdad que el inicio de la vacunación produjo, y espero que lo siga haciendo, una reacción sumamente positiva. Significó ese poquito de luz que estaba faltando. Más allá del uso farandulero que puede haber tenido, escuchar el sentir de los adultos mayores respecto a las vacunas era muy emotivo: "Este virus nos quitó todo, el trabajo, la movilidad, los proyectos. Nos dejó entre cuatro paredes, cuidándonos por querer seguir viviendo, pero sin vivir. Esta vacuna es por todos". "Hoy creo que voy a ser un poquito más feliz". La vacuna ha sido esa nota de esperanza en medio de una pandemia que ha sembrado incertidumbre por la vida propia, la de mis seres queridos, la de amigos, la de todos. Una incertidumbre que no se limitaba a lo biológico, sino que se difundió a lo social. Aunque más que haberse extendido al campo social, lo que hizo fue transparentar lo profundamente enfermo, débil, y famélico que estaba nuestro sistema de protección social. Algo que explotó meses antes que el primer caso del virus en Chile.

No habrá sido "la vacuna" que se requería para sanar la enfermedad, pero el Plebiscito de octubre del año pasado tuvo un primer efecto..., sí, de esperanza. Si buscamos podríamos encontrar muchas frases similares a la de los adultos mayores acerca de lo que provocó en nosotros los resultados obtenidos. Hubo fiesta, pues quedaba en claro que una inmensa mayoría anhelaba un país distinto, un país que nos hiciera sentir que valemos, que contamos, que somos importantes.

Pues bien, la vacuna contra el Covid19 no es de una sola dosis –al menos las que se están aplicando en Chile-, la "otra vacuna" tampoco es de única dosis. ¡Necesitamos las que siguen! Pues solo recibiéndolas, acogiéndolas, podremos encaminarnos a una mayor y mejor salud integral.

Dispongámonos a colaborar por esa salud grande que busca el país. Ayudemos a que las personas desconfiadas, escépticas, indiferentes se den cuenta que en poco tiempo más hay una responsabilidad grande: decidir a quienes comenzarán a poner en palabras nuestros sueños y deseos, decidir a quienes redactarán una nueva Constitución. Paso necesario para seguir avanzando. No el final, pero sí muy significativo.

Pero para ello no solo importa el producto, sino el modo. El Papa también nos da una pista: "...estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224)".

Por eso, ¡hablemos de esperanza!

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