Aguas de marzo

La más célebre canción de Antonio Carlos Jobim, el mayor artista de la bossa nova, es Aguas de marzo. Su versión más conocida es de 1974, un dueto con Elis Regina, notable y luminoso. El mes de marzo, al igual que acá en nuestro país, marca el fin del verano y es el período más lluvioso del año en el bosque atlántico de Brasil.

Así, la canción enumera palabras y breves frases (madera, piedras, fin del camino, viento, fango) , que evocan el momento en que se termina el verano y empieza a llegar el agua, inicialmente en pequeños afluentes, para ir formando un verdadero caudal.

Tom Jobim, en la época en que escribe la canción, estaba terminando su casa soñada en medio de la naturaleza, por lo que seguramente estaba especialmente conectado con ella y logra transmitir  la vivencia de la llegada de las lluvias, con un ritmo que se acelera en forma progresiva y que  junto a la inconfundible voz de Elis, termina alegremente celebrando el cambio de estación.  

En estas fechas (marzo), es tradición que los chilenos empiecen lamentando el fin del verano, seguramente extrañando las vacaciones y teniendo que enfrentar además las obligaciones laborales, escolares y económicas. Un verdadero vendaval de compromisos terrenales.

No es raro entonces que, el brusco encuentro con una realidad menos agradable de lo que quisiéramos, provoque síntomas propios de un período de ajuste: alteraciones menores del sueño, o incluso cierta irritabilidad. Sin embargo, estos síntomas en general no alcanzan a interrumpir las actividades habituales, no impiden un adecuado desempeño académico ni provocan ausentismo. Por lo mismo, no debieran considerarse una enfermedad propiamente tal, son formas de reaccionar comprensibles y hasta cierto punto, esperables. En la gran mayoría de los casos, las personas logran adaptarse a la situación sin mayores problemas.

Si el ambiente en el que nos desenvolvemos se torna especialmente adverso, por ejemplo, al ser despedidos inesperadamente o sufrir la pérdida de un ser querido, se exigen más nuestros mecanismos de adaptación. En estas situaciones es frecuente observar mayor dificultad en el desarrollo normal de nuestras actividades y los sentimientos de pena, tristeza o rabia son más frecuentes, pero de cualquier forma comprensibles y esperables.

Pese a ello, la mayoría logra salir adelante, sin necesidad de requerir un apoyo especializado, en un período breve de tiempo.

Sin embargo, muchas personas tienen períodos de ajuste más largos o más inhabilitantes, al punto que afectan nuestro desempeño normal (ausentismo laboral, baja del desempeño académico, conflictos con personas cercanas). Esto va a depender, obviamente de la intensidad de la situación adversa, como también de la propia predisposición biológica genética a desarrollar algún trastorno.

En este caso, tiende a haber además una mayor afectación del sueño, sentimientos de culpa inexplicables, cambios del apetito y peso, como también, pérdida de la capacidad de disfrutar de actividades antes placenteras. Aquí, la ayuda de un profesional de salud mental se hace necesaria y puede ayudarnos a salir de este estado, ya sea con un tratamiento psicológico, farmacológico o ambos. El pronóstico en general, es bueno, como para la mayoría de las enfermedades del ánimo, con un tratamiento adecuado.

De cualquier forma, no debemos olvidar que el término del verano es inevitable, la llegada del agua es necesaria y que, aunque se vea a veces difícil, las lluvias traen un futuro más verde y vivo, una promesa de vida, como escribió Jobim.

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