El camino público de la salud mental

Aun cuando hace mucho tiempo contamos con evidencia sobre sus altas prevalencias, su determinación social y las consecuencias adversas del estigma, sólo en los últimos años la importancia de la salud mental ha cobrado gran notoriedad e interés público en el país. La pandemia vino a profundizar y visibilizar los problemas de salud mental. Desde la recuperación de la democracia en Chile, los gobiernos han realizado esfuerzos sostenidos por mejorar las políticas públicas a favor de la salud mental y Chile muestra importantes y destacables logros, en particular ampliando el acceso y cobertura de atención de salud mental en el sistema de atención público. Sin embargo, también los desafíos son cada vez más exigentes.

Para enfrentar estos desafíos es importante considerar tres niveles de estrategias, evitando así que los esfuerzos se diluyan cuando abordan las importantes necesidades de la población.

Primero, debemos considerar que una gran parte de la población se beneficiará de políticas públicas orientadas a resguardar la seguridad social y económica de las personas, familias y comunidades. Nótese que hay una dimensión colectiva fundamental. Esto contribuye al bienestar y la salud mental debido a que ésta tiene un alto grado de determinación social. En este nivel hay que evitar denominar como patologías los malestares que derivan de condiciones de vida adversas. Las estrategias de promoción multisectoriales son claves.

En un segundo nivel debemos considerar que habrá un grupo de la población que, en situaciones de mayor vulnerabilidad, presentará problemas de salud mental subclínicos o transitorios, que afectan significativamente su calidad de vida. Estas personas y sus familias se beneficiarán de políticas o programas basadas en el contacto social. Nuevamente el componente colectivo es fundamental. Desde el sector salud programas preventivos y de atención primaria son fundamentales.

En un tercer nivel debemos considerar que hay un subgrupo de población que presenta trastornos mentales que requerirán apoyo profesional especializado, información clara para ellas y sus familias, y comunidades acogedoras libres de estigma. Aquí hay que llegar tempranamente, evitando el deterioro o la discapacidad. Hoy en día los tratamientos son esperanzadores, un tratamiento integral, temprano, con un fuerte componente psicosocial revierte los síntomas y permite la recuperación en forma satisfactoria para las personas y sus familias.

En el último tiempo hay tres iniciativas sobre salud mental impulsadas por el gobierno, destacables por su coherencia con esta forma estratégica de afrontar los desafíos. Primero la conformación del primer Consejo Asesor de Salud Mental del Ministerio de Salud, integrado por representantes de las agrupaciones de usuarios y de la sociedad civil. Esta estrategia es clave para fomentar la participación en las políticas de salud mental, reconocer la determinación social de la salud mental e impulsar medidas con sentido para las comunidades.

Segundo, la reciente línea telefónica para la prevención del suicidio *4141 que permite el acceso de toda la población sin distinción, estrategia con importante evidencia y recomendaciones. Tercero, la incorporación de psicofármacos o medicamentos indicados en enfermedades mentales, en la lista de medicamentos con menor precio en las farmacias.

El programa de gobierno ha planteado compromisos en torno a la salud mental frente a las cuales hay importantes expectativas. La inversión para nuevas instalaciones que atiendan los problemas de salud mental y un incremento sustantivo al presupuesto público destinado a programas y servicios de salud mental forman parte de estos compromisos. Este es un escenario que instala a la salud mental en la agenda pública.

Al estar en ese lugar, la sociedad y sus instituciones en su conjunto también son desafiadas a hacer los esfuerzos necesarios a favor de la salud mental. Está claro el mensaje, más salud mental es una construcción conjunta en donde cabemos todos y todas, sin distinción de ningún tipo.

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