La "delgada línea" entre proteger y discriminar

Hace poco nos sorprendimos con la noticia que nos entregaba Bogotá: "Cuarentena obligatoria para personas obesas", reabriendo una antigua discusión respecto a la importancia del lenguaje cuando nos referimos a personas que viven con alguna condición crónica. La bandera de esta lucha la han llevado desde hace mucho los padres de niños con capacidades diferentes y personas que viven con alguna discapacidad, pero poco hemos hecho por quienes viven con obesidad en nuestro país.

Es por esto que el debate sobre el tema es una oportunidad de visibilizarlo, ya que algunos apuntan a esta medida como discriminatoria. En mi opinión, basada en publicaciones al respecto, esto se debe al lenguaje utilizado, dado que la persona no debe ser calificada como obeso/obesa, sino que debiera ser considerado como una persona que porta una enfermedad crónica y multicausada, que condiciona una serie de prejuicios a diferencias de tantas otras enfermedades crónicas que existen.

¿Por qué se tomó esta medida en Bogotá? Porque 2 de cada 3 personas con hipertensión, diabetes u obesidad han muerto a causa del Covid-19.

La invitación es a cambiar el lenguaje en relación a esta enfermedad y dejar de calificar a quien la porta como "obeso". El hecho de ser obeso no determina a una persona y muchas veces esta etiqueta puede jugar un rol importante en desmotivar, incluso a buscar ayuda, siendo una enfermedad que bien manejada puede controlarse y mejorar.

Hay que entender que las pretensiones epistémicas del abordaje del sobrepeso y la obesidad como "patologías" no vienen solas, por el contrario, están influidas por inferencias acerca de cómo la persona con obesidad piensa y actúa.

El inagotable poder del lenguaje nos permea. Las palabras no sólo "representan" hechos o cosas, sino que pretenden, fundamentalmente, generar efectos. Y si bien el lenguaje posibilita los logros humanos más acabados, también nos muestra las miserias más grandes. Si las usamos para clasificarnos y etiquetarnos estaremos ejerciendo una abrumadora influencia sobre nosotros mismos.

La obesidad, bajo nuestra cultura occidental, es considerada como un mal hábito, más que como la enfermedad que es. Esta perspectiva ve como algo positivo la prudencia en relación a la comida. Así, la delgadez no sólo es presentada como atractiva, sino que se asocia con la mesura, el esfuerzo y el autocontrol. Todo lo contrario a lo asociado a quien vive con obesidad.

En este contexto, los medios de comunicación influyen bastante en la perpetuación del estigma, con las limitaciones y sufrimiento que ello supone para las personas afectadas por un trastorno crónico. El tratamiento adecuado y riguroso del tema, por parte de los medios, podría tener un papel fundamental en la lucha contra los prejuicios y la discriminación, pero ya hemos visto que su rol ha sido bastante más cercano a la perpetuación de las etiquetas, que mover las barreras y derribar prejuicios. Respecto a esto, muchas veces basta, además de poner atención al lenguaje, que veamos las imágenes utilizadas en las piezas gráficas que exponen respecto al tema.

Todo lo anterior hace que la obesidad sea un pesado estigma para quienes lo viven y evita que se tomen medidas más estructurales sobre este tema.

Si comprendemos la obesidad como una enfermedad crónica y no como una condición dependiente de la voluntad de quien lo padece, entenderemos que el camino para su mejora o solución está relacionada con cambios personales, comunitarios y globales, con políticas públicas que comiencen por reconocerla como enfermedad, tomando medidas que apunten a lograr un diagnóstico oportuno y democratice la posibilidad de tratamiento.

 

Referencias:

  • - "Homo Caloricus": La construcción epistemológica del stigma lipofóbico en los discursos mediáticos de salud pública. SALUD COLECTIVA. 2018;14(3):623-637.
  • - La Enfermedad Mental en los Medios de Comunicación: Un Estudio Empírico en Prensa Escrita, Radio y Televisión. Clínica y Salud. Vol. 22, n.° 2, 2011 - Págs. 157-173

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