"Tragedia familiar en Conchalí: Hombre se suicidó luego de que su esposa hiciera lo mismo". "Un tercio de los adultos mayores sufre depresión en Chile y más de la mitad tiene ansiedad". "Altos índices de depresión y suicidios de niños en Chile levantan alerta de la OMS".
Estos son algunos de los titulares con los que la prensa nacional ha cubierto estas malas noticias que tienen un común denominador: "Deterioro de la salud mental".
Lamentablemente este no es un tema nuevo, desde hace un tiempo, diversas investigaciones de las universidades, vienen mostrando esta realidad. Así lo demostró el último "Termómetro de salud mental en Chile AChS-UC", que con una muestra de un poco más de 2.500 personas expone con preocupación que el 36,2% de los chilenos se siente constantemente agobiado y que el 67% de la población teme a ser víctima de la delincuencia.
Información sin duda preocupante, pues además de afectar el bienestar de las personas que lo sufren, afecta el normal funcionamiento de su sistema familiar y laboral. La neurociencia ha demostrado cómo las emociones negativas son rápidamente contagiables y duraderas, generando un círculo vicioso del cual la persona enferma y sus cercanos, muchas veces no pueden ni saben cómo salir.
En enero de 2019, el fundador de "Chile Today" presentó en sus redes sociales como en Chile caben 11 países europeos. En efecto, dentro del largo territorio nacional entran Holanda, Irlanda, Dinamarca, Bélgica, Eslovaquia, República Checa, Portugal, Eslovenia, Estonia, Letonia y Lituania, y nos sobra territorio.
Usted se preguntará ¿qué tiene que ver esto con el relato sobre salud mental que venía leyendo? No mucho en realidad, lo expongo para graficar, como tantas veces se ha hecho, que somos un país largo y angosto, diverso geográfica, cultural y socialmente, que cada región es distinta y que la descentralización urge. De esto, el problema que vivimos con la salud mental, no se escapa.
Quizá pensando en esto, en agosto de este año la Universidad del Bío-Bío realizó un estudio de salud mental en la región más joven y pobre de nuestro país: Ñuble. Se encuestó a más de 1.200 personas y los resultados son más preocupantes que a nivel nacional.
Mientras en Chile el 22,1% se siente deprimido, la cifra en Ñuble se eleva a 29,9%, lo que se repite en todos los indicadores: 18,2% de los chilenos se siente menos capaz de disfrutar, contra el 28,2% de los ñublensinos; 17,3% de los chilenos siente problemas para superar dificultades, cifra que se eleva a 24,8% en Ñuble; el 12,3% de los chilenos que dicen sentirse menos felices, es superado ampliamente en Ñuble con 20%; el 15,4% de los ñublensinos encuestados se siente con menos valor, cifra que llega solo al 7,9% en Chile.
Si al hacer zoom en una región la problemática se amplifica, ¿qué pasará si lo hacemos en las comunas? Seguramente nos encontraremos con información diversa, como nuestro territorio, pero me atrevo a afirmar que no mejor.
Es urgente entonces que la salud mental se eleve a tema país y sea abordado como una "Política de Estado". No existe espacio para mezquindades. Pero debe abordarse por los territorios y sus respectivos gobiernos regionales, no podemos seguir con políticas escritas desde Santiago si sabemos que las realidades locales son diferentes.
Entonces ¿qué hacer? Va aquí una propuesta:
Primero: Revisar y reordenar el "Plan nacional de salud mental 2017-2025". Hoy el presupuesto destinado para esto no supera el 2% del asignado para el total en salud y su cobertura alcanza a no más del 20% de la población.
Sumado a lo anterior, los profesionales han manifestado su descontento con el sistema, pues pueden atender a las personas por 15 minutos y una vez al mes: "así no es mucho lo que se puede hacer", señalan decepcionados y frustrados.
Debemos acostumbrarnos a hacerle seguimiento y control a las políticas públicas. Esta en específico además debe integrar lineamientos regionales... no podemos replicar una misma política y sus respectivos planes a las personas que habitan en la Región de Arica y Parinacota, con las de Los Lagos, por ejemplo
Segundo: Debemos ser proactivos. La educación emocional en los colegios debe ser obligatoria desde pre básica, los y las niñas deben saber reconocer sus emociones para luego regularlas y desde ahí, convivir. Es mi creencia que para esto se torna fundamental aumentar las horas de educación física, es en ellas donde los niños no solo se ejercitan, también conviven, desarrollando su comunicación, trabajo en equipo y habilidades sociales en general.
Tercero: Regular a los charlatanes. Lo que puede ser un problema para unos, es una oportunidad de negocio para otros. Lamentablemente vemos que, ante la necesidad, las personas y organizaciones acuden a seudos semidioses que reparten "recetas" para estar bien, motivando a la gente a disfrutar de la vida, "que es tan bella", sin ningún tipo de diagnósticos y con dudosas formaciones.
Nos acostumbramos a la charla motivacional, al mal aplicado coaching y el taller para "resolver" problemas, sin antes hacer un diagnóstico y luego un seguimiento. Hemos dado paso al positivismo tóxico, que, si llega a personas enfermas, puede causar más estrés y sentimiento de culpa: "Por qué me siento mal si tengo todo", profundizando su dolor, con consecuencias que pueden ser irreversibles.
No existe espacio para mezquindades, necesitamos una nueva política de salud mental que surja desde los territorios y no como una receta general a aplicar de la misma forma en las personas de los tan diversos territorios del país.
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