La admirable fidelidad con que los rasgos que caracterizan a una mujer son transmitidos de una generación a otra, nos debe hacer pensar que lo que es visible a los ojos también está ocurriendo en el lado invisible de las personas.
Es lo que ocurre calladamente en la intimidad de los genes, células y tejidos que se van heredando y que, si buscamos y encontramos, nos pueden advertir sobre lo que podemos predecir y fundamentalmente modificar cuando hablamos de riesgo de enfermedades familiares.
A la osteoporosis se le ha denominado la epidemia silenciosa, porque no tiene síntomas y se hace evidente cuando ocurre una fractura inesperada o en fisuras, principalmente de la columna, que aparecen cuando se hace alguna radiografía de otro órgano.
El hueso no es una estructura inerte como lo parece, tiene una gran actividad metabólica en la que se está destruyendo y reconstituyendo diariamente, con un intercambio constante de calcio, magnesio, colágeno y otros nutrientes con el resto del organismo.
En la osteoporosis la cantidad y la calidad del hueso están disminuidas, fenómeno que se hace mucho más agudo en el comienzo de la menopausia, lo que aumenta el riesgo de fractura, especialmente de columna, muñecas y caderas. Su progresión es gradual a través de los años y no produce síntomas hasta que se complica con algún tipo de ruptura.
Actualmente en Chile, la osteoporosis afecta a una de cada tres mujeres y a uno de cada cinco hombres, sobre los 50 años. La mayor incidencia en mujeres está asociada a la pérdida de sus estrógenos en el climaterio.
Esto puede producir fracturas patológicas o espontáneas, es decir fracturas sin traumatismo evidente, inmovilización, incapacidad funcional y, lo más importante, estrechamiento de la calidad de vida en el envejecimiento. Esta amenaza debe obligar a todas a buscar consejo médico en la prevención, que siempre será más barata y de mejor pronóstico que las secuelas.
En la menopausia, y muy importante en la menopausia precoz, se deben precisas los factores de riesgo personal de la enfermedad, fundamentalmente, la carga genética. Asimismo, es preciso considerar cuánto compartimos con los otros miembros de la familia con osteoporosis en materia de estructura, hábitos de alimentación y de ejercicio o sedentarismo.
El paso de los años es el factor determinante, pero se puede antagonizar con el uso correcto de la terapia hormonal. Hay estudios muy bien diseñados que demuestran que, a igual edad, el riesgo de fractura es significativamente mayor en aquellas mujeres con menopausia, comparadas con las que aún no la han tenido. Dejando claro que el cese de la producción hormonal por el ovario, puede ser sustituido por el tratamiento hormonal propuesto por el médico bien informado.
Considerando los profundos cambios que hemos vivido desde los comienzos de este siglo, en relación al efecto de los estrógenos en la prevención y tratamiento de la osteoporosis, y pese a la gran controversia sobre las hormonas que ha existido tanto en la literatura médica como mediática, podemos afirmar hoy con certeza que la osteoporosis no sólo se puede detener, sino que se puede revertir, modificando totalmente la evolución del envejecimiento óseo, lo que representa una gran esperanza para el futuro de las mujeres.
La Sociedad Internacional de Menopausia, en su último congreso mundial en Vancouver en 2018, estableció que la terapia estrogénica, es la terapia de primera línea en la prevención y tratamiento de la osteoporosis.
Publicaciones recientes han destacado que el costo anual del tratamiento de todas las fracturas osteoporóticas en Chile, asciende a 25.600 millones de pesos al año. Este gasto exorbitante puede y debe ser reducido mediante políticas de prevención. Las enfermedades silenciosas nos deben poner en alerta para descubrirlas antes de que sea tarde.
Tenemos advertencias incluso desde la poesía. En una de sus odas Pablo Neruda nos dice…
“Una pequeña célula equivocada o una fibra gastada en tu trabajo y el aviador se equivoca de cielo, el tenor se derrumba en un silbido, al astrónomo se le pierde un planeta…”
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