Desde que tengo memoria, candidatos y candidatas tanto a La Moneda cómo al Congreso resaltan la importancia de fortalecer el sistema público de salud, lo que la mayoría asume como sinónimo de aportar más recursos financieros.
Algunos van más allá y han incluido los recursos físicos y humanos, lo que es bueno sin duda, pero claramente insuficiente si consideramos todo esos recursos aportados versus los resultados obtenidos, inyectados al sistema en los últimos cuatro gobiernos.
De hecho no fue sino el ministro Erazo en Bachelet 1 el que inició tímidamente los programas de resolución de listas de espera quirúrgica; con resultados disímiles dependiendo de las y los directores en Fonasa y de los subsecretarios de Redes Asistenciales que han pasado. Es tapar el sol con un dedo el no pensar que el sistema de salud requiere con urgencia de un cambio de modelo, de al menos financiamiento, rectoría y de gestión para conseguir los resultados que esperamos.
Algunos estudios han dado algunas luces en ese sentido, cómo el de la Comisión Nacional de Productividad (CNP), liderado por Joseph Ramos el 2019, que contempló recomendaciones concretas de modificaciones legales urgentes tanto en gestión de los recursos humanos cómo del financiamiento de las cirugías que permitirían aumentar la actividad quirúrgica hospitalaria. Lamentablemente, cómo tantos otros estudios en Chile, descansa en los anaqueles de los ministerios y hospitales.
Con seguridad, a 2020 y 2021 los recordaremos en Salud cómo los peores años del presente siglo. Inmediatamente vendrá a nuestra mente los enfermos, fallecidos y secuelados de Covid-19 y el drama social y sanitario que todo ello implicó. Los que somos cirujanos no podremos olvidar el desastre sanitario que significó la suspensión masiva (y excesiva a mi juicio) de pabellones quirúrgicos, lo que abultó las listas de espera a niveles nunca antes visto, sin considerar aquella lista de espera quirúrgica que nunca llegó a los hospitales, ya que por aforo se redujo drásticamente también el nivel de consultas.
Hasta aquí pareciera ser obvio tanto desastre, dada la gravedad de la pandemia. Sin embargo poco se ha hablado del factor gestión, salvo aquella exitosa que permitió asegurar millones de vacunas y que permitió su inoculación masiva. También por cierto aquella que permitió la unificación de camas público-privadas. Es decir todo aquello directamente relacionado con el manejo Covid, mientras que todo problema sanitario, independiente de su magnitud, quedó invisibilizado, pasando a un segundo y tercer plano si es que no venía acompañado de la mundialmente conocida sigla viral. Todo lo demás se resumió en el término lista de espera, cómo una forma de simplificar los problemas. Esta lista de espera, lleva implícito consigo: patologías médicas, quirúrgicas, mortalidad, discapacidad, licencias, pobreza, etc. Es la que ha crecido en proporciones nunca vistas y cuya resolución depende principalmente de la adecuada y eficiente gestión por parte de la red de Atención Primaria de Salud y hospitales, dependientes de la Subsecretaría de Redes, protagonista ausente en esta administración. (Esto se confirma en el hecho de que todas las respuestas las tuvo la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza).
Basta ver cómo al término de las dos olas de contagios y cuarentenas el sector privado reinició con fuerza toda la actividad quirúrgica, mientras que los hospitales lentamente salían del letargo, tanto que no habían alcanzado a despertar para cuándo llegó la segunda ola.
Sin embargo, el hecho que más retrató el sentido de urgencia y calidad en la gestión sanitaria de nuestras autoridades en Salud fue el Plan de Resolución de Listas de Espera Quirúrgicas, que en febrero de 2021 la Subsecretaría de Redes anunciaba con bombos y platillos, destacando el cómo Fonasa administrando un presupuesto de 150 millones de dólares se haría cargo de resolver o al menos aliviar la crisis sanitaria quirúrgica agravada por la pandemia.
Pues bien, a casi un año de dicho anuncio podemos constatar que poco se ha avanzado en resolver dicha lista, ya sea por la lentitud de implementación de la misma, como también por lo mal diseñada y ejecutada de ésta, por parte del seguro público. De hecho, a cuatro meses de hechas las adjudicaciones e iniciadas las cirugías poco y nada se ha resuelto, debido principalmente a que Fonasa determinó individualmente cuáles pacientes debían operarse, en vez de dejar ese trabajo a los propios hospitales, privilegiando el volumen y costo (el viejo PxQ) a la carga de enfermedad; indicando cirugías a pacientes que ya habían sido resueltos o que no estaban en condiciones médicas de hacerlo; derivando masivamente pacientes desde regiones a hospitales en Santiago mientras que a los hospitales se les "sacaban" igual cantidad de pacientes (¡incluso de iguales diagnósticos!), para derivarlos a otros centros, lo que generó problemas logísticos obvios (traslados, re-evaluación de pacientes desconocidos, etc.).
En resumen, este programa reflejó el más puro desconocimiento en lo que a gestión sanitaria se refiere y del propio funcionamiento del sistema público de salud por parte de las autoridades de Fonasa y del Minsal, arrojándose literalmente por la borda la única opción de resolverse que tenían cientos de miles (sí, cientos de miles) de pacientes de lista de espera quirúrgica. Nuevamente, el problema es de gestión y no de recursos.
La última información llegada en diciembre desde Fonasa a los prestadores adjudicados es que el programa quedó insólitamente suspendido hasta marzo de 2022, en una suerte de claudicación institucional (¿tienen las autoridades derecho a rendirse cuando lo que se juega es la salud de las personas?), es decir deberá ser la nueva administración la que deshaga el entuerto. Eso sí habrá que apretar el acelerador, ya sea por la enorme demanda postergada, como también por la amenaza permanente de nuevas olas pandémicas.
En el programa de gobierno del Presidente electo, Gabriel Boric, se resalta la unificación de los sistemas de financiamiento públicos y privados así cómo hacerse cargo de las listas de espera quirúrgicas y médicas haciendo alusión al informe de productividad de pabellones de la CNP, lo que sin duda genera luces de esperanza en lo que viene y pareciera ser auspicioso para al menos el 80 % de la población, pero sería claramente insuficiente si no cambiamos el modelo de gestión de los hospitales, que impliquen incentivos claros y modernos al adecuado uso de camas y pabellones quirúrgicos con un sistema de rectoría ágil y ejecutivo que permita también corregir rumbos y remover directivos que no cumplan con los objetivos asignados.
No menos importante es el acompañamiento permanente de los establecimientos por profesionales idóneos del nivel central que puedan y deban reportar los diferentes inconvenientes en la aplicación de programas, así cómo abrir espacios de colaboración entre diferentes hospitales, para así erradicar las improvisaciones.
¡Por favor! No necesitamos más iluminados, sólo equipos que se involucren en terreno con las diferentes problemáticas que aquejan a los hospitales y que usando la evidencia existente, puedan buscar soluciones conjuntas.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado