Sexo y amor en el espectro

Sheldon Cooper en The Big Bang Theory, Shaun Murphy en The Good Doctor, Young-Woo en Woo, una abogada extraordinaria y los participantes de la docuserie Amor en el Espectro, intentan mostrarnos cómo el autismo influye en el amor y la sexualidad de las personas autistas y, pese a las limitaciones que implica que se trate de programas de televisión, nos permiten hablar públicamente de que muchas personas autistas presentan importantes desafíos para experimentar intimidad, los que coexisten con una variable motivación por alcanzarla que, en muchos casos, es profunda.

Por mucho tiempo ha prevalecido el mito de que las personas autistas no tienen deseos afectivos y sexuales ni son capaces de establecer relaciones íntimas, basado, principalmente, en estereotipos y en evaluaciones e investigaciones que no incluían la opinión de las mismas personas autistas, llevando a una visión distorsionada de esa parte de sus vidas y, por consecuencia, una restricción en la educación sexual que reciben, así como en la expresión afectiva y exploración sexual, anulando la oportunidad de una expresión sexual saludable.

Si bien existe una minoría que expresa presentar poco deseo sexual, en la mayoría de las personas autistas su intensidad no difiere de personas no autistas, y para muchos su sexualidad es muy importante y determinante de su calidad de vida, salud y bienestar. Pero, las expectativas culturales tradicionales respecto a las relaciones afectivas y la incertidumbre respecto a cómo satisfacer a otro sexualmente, pueden generarles mucha ansiedad y menor satisfacción en el desarrollo de su sexualidad, llevando a los varones autistas a tener, frecuentemente, una sexualidad más solitaria y a las mujeres autistas a un elevado número de experiencias sexuales negativas.

Otro obstáculo es la preponderancia de la sociedad por valorar los aspectos no verbales de la seducción y el acercamiento amoroso, considerando que las personas autistas valoran más la comunicación directa, sin embargo, esta suele ser mal vista, por atentar contra las conductas de cortejo.

A las dificultades que presentan las personas autistas para comprender las conductas tradicionales de seducción y enamoramiento, se suma la dificultad para comprender lo que sienten o lo que siente el otro y para comprender las necesidades de la pareja, cuando no son comunicadas de forma explícita; miedo a ser inadecuados, lo que puede llevar a la soledad o al riesgo de complacencia, a lo que se suma menos oportunidades sociales que personas no autistas.

Las características sensoriales son un factor que también puede impactar en las experiencias afectivas y sexuales de las personas autistas, como las dificultades para comprender las señales físicas internas que indican enamoramiento, rechazo a las caricias, mayor sensibilidad al aroma corporal de otras personas, entre muchas otras.

Si bien no es algo generalizado y la imagen física de las personas autistas es heterogénea y no sigue patrones estereotipados, muchas pueden tener menor interés por el cuidado de su imagen personal y no seguir los modelos de moda en su estilo de vestir, lo que puede impresionar, superficialmente, menos atractivo para algunas personas, a pesar de la gran belleza global que puede haber detrás de esa imagen no tradicional.

Al requerir, la sexualidad, el despliegue de competencias sociales que desafían su base neurobiológica, les suele ser difícil leer el contexto, comprender cuando se pasa de amistad a intimidad e identificar intenciones de engaño, pudiendo tener interacciones íntimas sin darse cuenta de que no querían haber participado. Entre otros factores, esto genera una mayor vulnerabilidad a las agresiones sexuales por agresores oportunistas, pudiendo no contar, además, con habilidades para comunicar de manera efectiva lo que les sucedió, retrasando su denuncia. En este contexto, la población autista suele sufrir violencia sexual (contacto sexual no deseado, violación o intento de violación) con mayor frecuencia, sobre todo las mujeres, estando presente en la vida de un 90% de ellas, habiendo el 75% recibido múltiples agresiones sexuales, y estando la mitad de las víctimas sobrevivientes por debajo o en la edad de consentimiento.

Hablar de sexualidad en autismo es también hablar de diversidad. La experiencia y expresión del género y orientación sexual de las personas autistas es más heterogénea que en las personas neurotípicas, principalmente, porque se trata de construcciones culturales, y las personas autistas son más libres al respecto, al no internalizar las normas sociales, por lo que no se aferran a la construcción social del género, pudiendo expresarse tal cual son de manera auténtica o no tradicional y esto conducir a una identidad de género más personal. Así, entre las personas autistas, un 50% no se declara cis género (versus un 8% en la población no autista) y un 70% se declara no heterosexual (en personas no autistas es un 30%).

Todos estos son puntos que hacen que la dimensión afectiva-sexual de las personas autistas sea diferente, pero en ningún caso inexistente. Mayor educación sexual en un contexto natural, familiar, respetuoso y amable, evitando la culpabilización y la sobreprotección, entregando estrategias para un adecuado desarrollo afectivo y sexual y mayor autonomía, son fundamentales. Comprender las diferencias, superar los estereotipos y una comunicación clara pueden marcar la diferencia entre que la sexualidad sea desagradable o satisfactoria, siendo esta satisfacción un derecho de las personas autistas.

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