El 18 de agosto pasado, en un acto llevado a cabo en el Hogar de Cristo, la Presidenta de la República Michelle Bachelet afirmó, a propósito del debate actual relativo a la reforma del sistema previsional, que "la solidaridad puede hacer una gran diferencia".Así, este valor, de una relevancia preponderante para juristas y filósofos del derecho, como Javier de Lucas y Gregorio Peces-Barba, quienes lo erigen como un pilar basal en la teoría de los derechos humanos que uno y otro han propugnado, se instala en la discusión pública y contemporánea en nuestro Chile, en donde la solidaridad es tan necesaria, considerando nuestra realidad, mas ésta sólo se aprecia en escasos ámbitos y en pequeñas proporciones.
En efecto, dicho valor puede hacer una diferencia sustantiva para buscar soluciones frente a la problemática que motivó su formulación por parte de la Presidenta de la República, y ciertamente, en otros ámbitos, como por ejemplo, en la lucha contra la pobreza, en la consideración de los problemas que afectan a las personas con discapacidades, en la atención de las problemáticas que afectan a los inmigrantes y en la protección del medio ambiente, entre otros. Pero para ello, es preciso que la solidaridad sea real y sinceramente concebida como corresponde, en tanto valor, por quienes participan en la toma de decisiones públicas, y no sea tratada como un concepto retórico, usado para adornar los discursos de quienes no creen en ella.
La filósofa española Victoria Camps define la solidaridad como “una virtud moral esencial”, agregando que “es un sentimiento de comunidad, de afecto hacia el necesitado, de obligaciones compartidas, de necesidades comunes. Todo lo cual lleva a la participación activa en el reconocimiento y ayuda al otro”. De la definición citada se puede extraer las claves elementales que permiten entender qué es y, a la vez, qué nos exige, en tanto seres racionales, morales y políticos, la solidaridad.
Primeramente, la solidaridad nos exige tener en consideración nuestra condición de seres humanos que integramos una sociedad o una colectividad en la cual nos desenvolvemos. Esta idea, que deviene originalmente de lo que en el mundo antiguo se entendía como amistad cívica, y que fue abordada –bajo ese u otros conceptos empleados posteriormente- por algunos pensadores clásicos, tales como, Platón, Aristóteles, Séneca y Cicerón, importa excluir la idea del “yo” unitario y aislado de la comunidad, como expresa la jurista española María Eugenia Rodríguez Palop.
Debemos entender que somos seres sociales y que, por tanto, precisamos del colectivo al cual pertenecemos para poder desarrollar nuestros propios proyectos o planes de vida. Así, la solidaridad obra como un complemento del contenido individual propio de los derechos fundamentales, ya que es en la comunidad en donde se pueden desarrollar los planes individuales de vida de cada uno de los individuos que la integran.
La solidaridad es, de este modo, extremadamente necesaria para el desarrollo de un diálogo sincero y comprometido, que permita forjar acuerdos entre los miembros de la sociedad.
Asimismo, la solidaridad nos llama a considerar cómo nuestras decisiones afectan o podrían afectar los intereses de las demás personas que conforman nuestra comunidad. Ello importa, siguiendo al pensador estadounidense Richard Rorty, la ampliación de nuestro círculo moral considerando, como parte integrante de el, a quienes deben ser estimados debido a las necesidades que padecen.
Además, la solidaridad nos plantea la necesidad de realizar algunos sacrificios en el desarrollo de nuestros propios planes de vida, en pos de la realización de los planes de vida de otras personas que integran nuestra sociedad y que se encuentran en una situación de desventaja, porque se encuentran afectadas por algunas contingencias socialmente relevantes, que hacen que no estén lo suficientemente bien, dado que no tienen cubiertas sus necesidades mínimas.
Dichas contingencias, eventualmente, podrían incluso llegar a afectar a quienes actualmente realizan los sacrificios exigidos. Lo anterior importa asumir nuestras responsabilidades en tanto seres políticos, en pos de la búsqueda de un bien común.
También, debemos comprender que los sacrificios a ser realizados y que se fundan en la solidaridad, no solamente se limitan a la realización de actos que signifiquen beneficios para entes específicos y concretos, individualmente considerados, sino que también pueden ser llevados a cabo en beneficio de la comunidad entera.
Como expresa Ignacio Campoy, uno de los filósofos del derecho más destacados en la España contemporánea, la solidaridad nos ayuda, junto a los demás valores de la ética pública de la modernidad, cuales son, la libertad y la igualdad, a conseguir que el mayor número de personas posible pueda llevar a cabo al máximo posible el plan de vida que cada una de ellas haya estimado. Así, a los individuos se les pueden exigir sacrificios personales en la medida que estén justificados para la consecución de ese objetivo común y sea conforme a normas universales, lo que impide dificultar o imposibilitar el desarrollo de planes de vida de personas.
En algunos países, como por ejemplo España y Colombia, la solidaridad constituye un valor que se expresa, además, como un principio reconocido y consagrado en las respectivas Cartas Fundamentales.
Además, en dichos países, ella ha sido un fundamento invocado por algunos tribunales, para la resolución de controversias jurídicas en la que la que la solidaridad es reclamada.
También, podemos encontrarla en algunos instrumentos regionales americanos, como por ejemplo, en la Carta de la Organización de los Estados Americanos y en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. Esta, es otra dimensión de la solidaridad, la jurídica, también ausente en nuestra realidad, cuya presencia sería, a mi juicio, pertinente reclamar y ser considerada en una nueva Constitución, como un principio que rija las actuaciones de los poderes públicos y de quienes integramos esta sociedad. Chile debe ser un país más solidario.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado