El debilitamiento de la cultura de la solidaridad, a propósito de Milei presidente

América Latina vive un tiempo de contradicciones, que parece ser la tónica de las sociedades mal llamadas modernas. A los triunfos de los presidentes Andrés Manuel López Obrador en México, Luis Arce en Bolivia, Gabriel Boric en Chile (progresista teóricamente al menos), Gustavo Petro en Colombia, Ignacio Lula da Silva en Brasil; hoy nos "sorprende" el triunfo de Javier Milei en la república hermana de Argentina y si sumamos a ello el que poco más de un año antes, en Chile, se produjo la aplastante derrota del 4 de septiembre de 2022 (el rechazo al primer proyecto de nueva Constitución) y posteriormente la también aplastante derrota del 7 de mayo de 2023, en la elección de consejeros constituyentes (en el segundo proceso de redacción de una nueva constitución).

Podemos considerar que estos últimos hechos políticos pueden ser expresiones de que las ideas capitalistas y neoliberalistas parecen estar triunfantes, el modelo económico y social de desarrollo capitalista, pese a sus múltiples errores y deficiencias, se logra consolidar y se encuentra, paradojalmente, en Argentina y Chile en una etapa de triunfos (si miramos Europa nos encontramos con un peligroso avance de las posiciones de ultraderecha que alcanzan el poder).

Milei presidente de Argentina representa un triunfo, más que electoral y político, cultural para la derecha. Esto se puede explicar de múltiples maneras, una de ellas es que hace décadas que la derecha entró a la batalla de las ideas y la ha empezado a ganar fácil cuando no encuentra contradictor. Ha defendido sin escrúpulos las violaciones a los derechos humanos, la privatización de todo lo que pudiere generar riqueza, ha defendido a tiranos y asesinos, ha defendido el individualismo, el egoísmo y el consumismo como lo que nos lleva a la felicidad. Mientras parte importante de la izquierda no es capaz de defender a sus líderes y sus logros, ni nuestras ideas de solidaridad, democracia material, cooperación y efectiva igualdad y se suma a la letanía que impone la derecha en los MCS y RRSS, de esta falsa verdad de que es el capitalismo el defensor de la libertad y del progreso.

Esto ha provocado que la sociedad haya asumido un modelo cultural cuya base está en la competencia y con ello en la falta de solidaridad.

Las siguientes son algunas de las razones que me hacen sostener lo anterior:

Hoy no parece importar mucho que medios se usen para conseguir el otro gran objetivo de la sociedad: dinero, prosperidad basada exclusivamente en los logros materiales. La obsesión por la riqueza y el consumismo tienden a relajar las normas que rigen la relación con el dinero, convertido en el gran dios contemporáneo. Los pobres y marginados ven en él su camino de liberación y no en las utopías de igualdad.

En una sociedad de esas características se hace común la inmoralidad en los negocios, léase colusiones empresariales, el tráfico de influencias, las elusiones en el pago de impuestos, el incumplimiento de las leyes laborales y la conexión siempre difícil entre política y negocios.

Todos esos fenómenos son expresiones cotidianas del individualismo competitivo, que no conoce otro precepto moral que el cuidado del interés propio. Todo lo anterior, sumado a la crisis de la Iglesia Católica, de los partidos políticos, del empresariado, los poderes Judicial y Legislativo, las policías y un demasiado largo etc. dejan a nuestra sociedad sin controles morales, que son los reguladores básicos y esenciales de las conductas públicas y privadas.

Sin duda un fenómeno mundial, que en nuestro país, después de Augusto José Ramón validó fundamentalmente la Concertación de Partidos por la Democracia, que en sus gobiernos legitimó el neoliberalismo ante el pueblo y pensó que el desarrollo pleno del mercado, la política de los acuerdos y un cierto consenso social que se instalaba en los discursos y esencialmente en las prácticas políticas de los partidos, dejando afuera de cualquier proyecto a las organizaciones y los movimientos sociales; eran el camino correcto hacia un supuesto desarrollo, sus dirigentes no fueron capaces de darse cuenta (o tal vez fue una opción pensada) que esto traía aparejada una consecuencia fundamental: la construcción de un modelo cultural del libre mercado.

No es extraño entonces que, ante el debilitamiento de la cultura de la solidaridad y el ascenso de la cultura del individualismo y el dinero, sea el representante de las oligarquías más recalcitrantes quien, pese a sus grandes incapacidades valóricas y sus mentiras sistemáticas, triunfa. Ahora en Argentina, Javier Milei es un triste ejemplo de todo esto.

Tomás Moulian lúcidamente, a nuestro entender, señala: "Sociedades con grandes desigualdades sociales muestran que la ética individualista se ha impuesto y que esas formas suntuosas del consumo se ven como un derecho. Eso revela un debilitamiento de la influencia de ciertas temáticas colocadas por las ideologías religiosas o políticas progresistas, entre ellos los temas de la solidaridad o de la justicia social. Pero también el consumo hedonista de los sectores populares o de las capas medias bajas se relaciona con el síndrome individualista".

La tarea es ardua para las izquierdas, la reconquista del poder supone enfrentar y vencer la cultura del individualismo con una cultura de la solidaridad y para ello es ineludible entrar derechamente en la batalla de las ideas.

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