El nuevo estallido social...

Cuando en octubre de 2019 millones de personas salieron a las calles, solas y acompañadas, intuitivamente u organizados a través las redes sociales, lo hicieron -entre muchas otras razones- por rabia. Rabia contra el abuso de los de siempre; rabia contra los políticos; rabia contra los empresarios; rabia contra los jefes; rabia contra todo aquel que, teniendo poder, lo usaba para mostrarse superior; rabia contra un sistema que había prometido protegernos, pero ni oportunidades brindaba.

"Mal agradecidos... antes jamás hubiesen podido ni pensar en la universidad"

Es cierto, pero ¿a qué costo?, entraron a la universidad muchas y muchos, pero salieron de ellas endeudados y trabajando en cualquier cosa.

"Mal agradecidos... antes jamás hubiesen podido optar a un tratamiento de cáncer"

Eso si es verdad, esa maldita enfermedad es muy cara, pero ¿por qué entonces la gente hace bingos y rifas para enfrentarla? Muchos costos aún no pueden ser cubiertos por el enfermo y su familia y el derecho al cuidado no existe para todo aquel que lo necesita; para quienes si tiene esa oportunidad (madres y padres de niños con cáncer), el sistema laboral los castiga.

"Mal agradecidos...antes jamás hubiesen podido optar a una casa propia"

Ahora sí que sí, es verdad, pero ¿no se transformó en un negocio inmobiliario las casas sociales, en donde la empresa que las construye si quiebra, deja botada la obra y con ello el sueño de familias que con mucho esfuerzo reunieron un ahorro mínimo para postular?

"Es que no están nunca conformes... los cambios son paulatino"

Eso nos dijeron por generaciones, quienes terminaron vendiéndose a esos abusadores y abusando del sistema. Todo esto y más, se acumuló en el ser de cada persona que salió a las calles desde octubre de 2019 y ahí se encontraron con sus iguales.

Detuvieron sus rutinas, que cual caballo de carrera, convencidos que debían correr para competir por ser el mejor, por ganarle a no se quien, se detuvieron y se encontraron. Ahí en las calles, no importando la religión ni el color político, se encontraron y pasaron de la rabia a la esperanza.

Se prometieron, sin decir ni una sola palabra, que esto no pararía hasta que los mismos de siempre cayeran, hasta que el sistema fuera más justo, hasta que se detuvieran los abusos. No, no estaban pidiendo nada regalado, entendieron que el Estado se financia con sus impuestos, que la empresa privada es necesaria y que ser globalizados es una condición.

Pero también entendieron que los impuestos se los habían robado; que empresarios, amparados por vacíos y vicios, maltrataban y que hasta el abuso se importaba.

Con todo esto, la esperanza y el optimismo fluyó entre las personas y se volvió a creer... y aunque algunos (los menos) destruyeron todo a su paso, los más volvieron a sus hogares confiados en que el sistema cambiaría, ahora sí que sí. Pero no, el sistema no cambio, pasamos una pandemia mundial que nos robó la libertad, nos aisló y fue brutal con los mas desposeídos, que al principio solo recibieron una caja de mercadería, cuando lo que necesitaban era seguridad social para poder quedarse en casa y no tener que salir a seguir buscando dinero para pagar las cuentas (hablo de los pobres y autoempleados, entre otros).

No, el sistema no cambió, porque, aunque vivimos la soledad de la pandemia y la muerte de un ser querido, a penas pudimos, volvimos a correr como caballo de carrera, para competir y ganarle al otro, buscando no sé qué. No, el sistema no cambió, porque los que fuimos comunitarios en la rabia, dejamos de serlo en la pena de ver que "total el lunes debo trabajar igual", y que los nuevos políticos eran igual que los antiguos y volvimos a ser individualistas y volvimos a nuestra lucha diaria.

Del optimismo, pasamos al pesimismo, a volver a creer que, en realidad, nada cambiara y sentimos pena, tristeza y rabia.

"La procesión va por dentro"

Llego el nuevo estallido social, hacia adentro, hacia cada uno de nosotros, y nos encontramos frustrados, deprimidos, tomando pastillas para dormir y otras para animarnos a vivir y otras y otros no tuvieron esa suerte y desesperados y no pensando, mataron a sus familias y luego se suicidaron.

El nuevo estallido social no está en las calles, ya no quedan fuerzas para salir, la vista se nubló y la resignación gano, y la rabia apareció más fuerte que antes y cuan sacerdote pecador, comenzamos a autoflagelarnos. El nuevo estallido social se llama depresión, crisis de pánico, intentos de suicido y muerte. El nuevo estallido social sale poco en la prensa, no sale a la calle, no genera disturbios, no detiene al país.

Del nuevo estallido social nadie se hace cargo y nos destruye como sociedad, nos está torturando, nos está matando. ¿Que debe suceder para detenerlo?

Si usted, al terminar de leer este escrito cree que la solución está en más y mejores terapias para todas y todos, en regalar ansiolíticos y tratamientos para la depresión, en mas camas en los hospitales psiquiátricos, usted es parte del problema, pues le ha creído todo a todos y está siendo cómplice de un sistema país que ya no puede más.

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