Esta frase acompañó el imaginario colectivo en nuestro país, cada vez que se comentaba alguna noticia, acerca de casos de corrupción, o uso indebido de la institucionalidad del Estado, para beneficio propio.
Hoy, en Chile, están procesados casi todos los excomandantes en jefe del Ejército, desde Pinochet en adelante; casi todos los exdirectores de Carabineros y, ahora, los dos últimos exdirectores de la PDI.
Se agrega, ahora, un "abogado estrella", que asesoraba transversalmente a toda la élite del Estado y recibía información secreta desde la PDI, influía en la designación de jueces y ministros de la Corte Suprema, haciendo lobby en el Congreso; y para esas nominaciones podía avisar a un presidente de los temas de fraude cometidos por sus empresas, para no ser juzgado.
Por otra parte, estas "asesorías" eran transversales, desde el expresidente Piñera y su ministro del Interior Andrés Chadwick, hasta el "jefe de asesores" del Presidente Boric. Claro, nada de eso era gratis, en solo 2 años este abogado recibió, del gobierno anterior, más de 250 millones de pesos por servicios prestados
Y, ¿cómo era la cosa, que "esto no pasaba en Chile"? La verdad es que si pasaba...y sigue pasando. Lo más grave de ello es que esto no es privativo de un solo sector, sino es absolutamente transversal, pero la élite, de un modo u otro, lo seguirá negando.
¿Cómo se eligió al Fiscal Nacional? Por cierto, con un inmenso lobby. Se trata de un fiscal que, pese a entregar 57 boletas a la Municipalidad de Lo Barnechea, sigue insistiendo que "no conocía al alcalde". Claro, se trata de un exalcalde hoy procesado por fraude; es mejor, entonces, no conocerlo. Pero "esto no pasa en Chile".
Si hay algo peor que la corrupción en el Estado es la negación de quienes deben preocuparse porque ello no ocurra o, peor aún, por estar coludidos con esas prácticas que, cuando son descubiertas, se minimizan, esconden y, muchos de los involucrados son, además, parte de los delitos que se investigan y, a la larga, usualmente no son sancionados, lo que aumenta la distancia de los ciudadanos normales respecto de las instituciones públicas.
Desgraciadamente, esto va en aumento. Por ejemplo, cuando por un mismo delito, como abuso sexual a menores de edad, parte de su propia familia, el padre del presidente de la UDI se va tranquilo a su casa, porque paga 150 millones de pesos y otro caso similar, de quien no tiene esos recursos, tiene un trato completamente distinto.
O cuando millones de personas no pueden acceder a las playas de lagos, ríos o costa marítima porque los poderosos que construyen sus casas de descanso en esas riberas se toman los accesos, y el Estado mira para otro lado, mientras se demuelen casas modestas, porque han sido construidas en terrenos ajenos.
Pero ¿cómo? Si esto "no pasa en Chile". Es evidente que estamos en el límite. Si el conjunto de la institucionalidad y, especialmente la élite transversal, no tiene intención de reaccionar, será inevitable que la presencia de mafias, no solo del narcotráfico, siga avanzando en la conquista de mayores espacios de poder, porque tendrán muchos más "asesores" que los protegerán y todas a las acciones propias de estas organizaciones serán escondidas por actores del poder que han sido comprados.
Y, esos mismos actores seguirán repitiendo, como papagallos, en la prensa adicta a que "esto no pasa en Chile".
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