Gobernar es cuidar: los desafíos del último año del Ejecutivo

Uno de los desafíos más grandes que ha enfrentado la administración del Presidente Gabriel Boric, en el marco de su programa de gobierno, es la instalación del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados (SNAC), conocido como "Chile Cuida". Este compromiso ha implicado la coordinación entre distintas instituciones del Estado, un aumento amplio y sostenido del financiamiento para programas, y, por sobre todo, sensibilizar a la población para avanzar hacia un cambio cultural donde todas y todos nos hagamos parte de esta tarea.

Durante los últimos años del gobierno del expresidente Piñera -en el contexto postpandemia-, las organizaciones de personas cuidadoras (mayoritariamente mujeres) visibilizaron algo que ya se hacía evidente en los hogares del país: en Chile existe una crisis de los cuidados. Esta situación genera una profunda tensión y desequilibrio, en desmedro de quienes ejercen esta labor. Y quienes cuidan, en su mayoría, son mujeres (86%) y pobres (el 75% pertenece al 40% más vulnerable de la población).

Este llamado de atención desde la sociedad civil obligó al mundo político a reaccionar. Nos empujó, como gobierno, a tomar este tema con la seriedad que merece. Y nos interpela a todos a mirar nuestro entorno y preguntarnos cómo podemos contribuir -desde nuestro propio metro cuadrado- al bienestar tanto de quienes cuidan como de quienes reciben cuidados.

En ese sentido, la propuesta de Chile Cuida busca instalarse como un mecanismo que promueva la corresponsabilidad y nivele la cancha respecto de las exigencias que históricamente se les ha impuesto a quienes asumen esta labor. Esto significa ir al corazón del problema y no al síntoma: la necesidad de que todas y todos nos hagamos parte de esta responsabilidad compartida. Y cuando hablamos de todos, hablamos realmente de todas y todos.

Los cuidados no son algo que ocurre sólo entre cuatro paredes: están presentes en cada etapa de la vida. Todas las personas, en algún momento, pueden convertirse en alguien que cuida o que necesita cuidados. Con eso en mente -y considerando las principales necesidades de las personas cuidadoras: pobreza, falta de tiempo y sobrecarga mental-, el Sistema Nacional de Cuidados ha impulsado la creación de Centros Comunitarios de Cuidado. Estos espacios incluso cuentan con resolución sanitaria para cocinar, permitiendo a quienes cuidan desarrollar un emprendimiento en un entorno seguro para la persona a la que cuidan.

También hemos ampliado la Red Local de Apoyos y Cuidados, tanto en cobertura como en comunas: en la Región de Valparaíso pasamos de 4 a 14 comunas con algunos componentes del programa en solo tres años, y esperamos cerrar el periodo con 21 comunas con todos los componentes activos. Este programa no solo entrega espacios de respiro a través de cuidadoras que asisten a los hogares, sino que también permite adaptar viviendas, brindar apoyo psicológico y dar tiempo para que la persona cuidadora pueda ir a su control médico o, simplemente, hacer algo para sí misma.

Del mismo modo, iniciativas como la Red de Empresas #ChileCuida han logrado incorporar al sector privado con medidas como descuentos o atención preferente. Esta lógica también ha sido replicada por servicios públicos, con el objetivo de facilitar una atención más amable y expedita. La recientemente lanzada Ventanilla Única Social es otro avance en esa dirección: un modelo de atención que reduce el tiempo para obtener documentos, concentrando trámites en un solo lugar.

Por supuesto, nada está escrito en piedra y la tinta aún está fresca. Como gobierno, tenemos la misión de consagrar esta política pública mediante una ley que garantice su permanencia en el tiempo. Este proceso también ha visibilizado posturas más conservadoras que se oponen a este tipo de transformaciones. En la discusión legislativa, por ejemplo, se ha escuchado que este proyecto "atenta contra el orden natural de la familia". Y, por supuesto, ¡claro que sí! La forma en que han estado distribuidos los cuidados en la familia no es justa y las familias lo han vivido en solitario.

Una ley como esta debe tener impacto real en la sociedad tal como la conocemos. Nos exigirá prestar atención a la vecina que cuida a su suegro, a la hermana que cuida a su madre, o a la apoderada del curso que tiene un hijo con dependencia severa. Implicará redistribuir recursos para atender a familias y personas, pero también poner énfasis en el envejecimiento activo, con el fin de reducir la cantidad de personas mayores que requieran cuidados. Implicará también un cambio de actitud: como ceder el lugar en una fila porque sabemos que la persona detrás de nosotros cuida a alguien cuya vida depende de ella o que cuida a un niño con neurodivergencia y que no tolera los estímulos sensoriales que habitualmente existen en el comercio.

Todas esas acciones tendrán un efecto. La vecina que cuida a su suegro podrá tomarse unos minutos al día para leer un libro que le gusta. La hermana que cuida a su papá, finalmente se hará la mamografía que lleva años postergando. La apoderada del curso sabrá que puede pedir ayuda si algo ocurre. Y, sobre todo, todas y todos sabremos que, si algo pasa, habrá un Estado que cuida y respalda.

Reconocer el valor de los cuidados, el tiempo que implican en la vida de las personas, y abordarlo colectivamente como sociedad solo puede favorecernos como país, avanzando en ser un país más civilizado y humano. Significa mejor salud mental para las cuidadoras, mejores condiciones para cuidar, y la posibilidad de generar comunidad. Ese es el desafío final: transformar una tarea que durante años fue vista como una tragedia, en una oportunidad para que Chile cuide.

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