La fea paradoja del rescate animal

Tradicionalmente se ha entendido al mundo benéfico, sin fines de lucro o tercer sector como un espacio donde la voluntariedad, altruismo, y cooperación entre quienes se la juegan por una misma causa son sus sellos distintivos. Sin embargo, al menos en el mundo del rescate de animales domésticos, parece no ser así.

En los últimos meses he sido testigo de una escalada de roces, rumores, acusaciones, funas y zancadillas entre personas y organizaciones rescatistas de gatos, de erizos, y en menor medida en las de perros. Estas situaciones incluyen acusaciones personales (si no calumnias) con publicidad por las redes sociales, boicot o funas a actividades (o hasta al veterinario) del otro, o disputas por hacerse cargo de un mismo territorio o colonia de animales.

En general las críticas apuntan asupuestas negligencias, poca rigurosidad en los métodos de rescate y/o adopción o al mismo enfoque que los sustenta, a supuestos ánimos de figurar o de lucrar con los rescates y adopciones, o incluso a un presunto "derecho adquirido" de monopolizar la atención a losanimales, lo cual se vio en la emergenciaveterinaria tras el reciente incendio en Valparaíso.

Al parecer muchos de ellos olvidan que a pesar de los matices todos van por la misma causa, y especialmente que recoger y dar en adopción a un animal sin dueño es una actividad totalmente voluntaria, que nadie tiene la obligación legal de cumplir (ni siquiera los veterinarios), y que por tanto, el más mínimo gesto que esté por sobre el mínimo obligado -incluso el de aquella persona que encuentra gatitos en la calle y los entrega al primero que pasa en la feria o a la salida del metro-es valorable y rescatable.

Si bien podemos estar de acuerdo en que hay formas más completas y adecuadas para asegurar el bienestar del animal, debemos llegar allí mediante la persuasión y la educación, no mediante amenazas e insultos, porque esa misma persona podría perfectamente haber pasado de largo y no haber hecho nada por esos animales. Con críticas y ataques no conseguiremos que esa persona haga un proceso de rescate y adopción más exigente, si no que no haga nada en absoluto.

También la diferencias de enfoques para tratar animales de compañía sin dueño son, ante el enorme y ancho campo de aquellos que no han sido tratados, no intervenciones rivales si no perfectamente complementarias.

Quien prefiera esterilizar y liberar a una colonia grande de gatos ferales (no domesticados) da el primer paso para que otro pueda recogerlo y socializarlo; quien genera jornadas de adopción abiertas quizá no pueda hacer un seguimiento exhaustivo a un gran número de mascotas adoptadas pero sí entregar herramientas (como formularios) y guía para quienes entregan animales puedan hacerlo por su cuenta, evitar abandono y los adoptantes ven facilitada su inquietud.

Incluso el mundo es tan ancho que aún si todos nos ocupáramos de animales abandonados al máximo de capacidades, siempre habrán otros a los que no podremos llegar, por lo que no tendríamos por qué toparnos de "territorio" o colonia.

¿Cómo es posible el absurdo que rescatistas funen a otros rescatistas, con los que sólo deberían apoyarse para moverse por la misma meta?

¿Cómo contra otros que hacen una labor noble,  voluntaria y que apunta a lo mismo, y no a las decenas de miles de familias con tenencia irresponsable que por ejemplo, no esterilizan a sus mascotas?

A mi parecer hay tres motivos. En primer lugar, apoyado por las redes sociales, muchos rescatistas viven en una burbuja, socializando casi sólo con sus animales y otros rescatistas, por lo que olvidan que la gran mayoría de la población está muy lejos de sus estándares, así se indignan cuando algo escapa a lo que consideran "normal".

En segundo lugar, en los ambientes benéficos (también con humanos) no pocas veces la competencia por dinero de la empresa lucrativa es reemplazada por la lucha de egos o de sentirse superior moralmente, mostrar quién hace más, aparece la envidia y pueden hostigar al que le pisa los talones.

En tercer lugar, si bien, especialmente en Santiago, ha aumentado la tenencia de gatos como mascotas, la aparición de "nuevos oferentes" que les quiten adoptantes a sus recogidos y hagan su proceso más lento y con menores cifras genera una desquiciada lucha por capturar la "torta de adoptantes", olvidándose que no están buscando deshacerse de stock ni cumplir metas de ventas si no encontrarle un buen hogar al animal.

Es hora que reconozcamos el valor de la labor voluntaria que otros hacen, quizá con otros métodos o enfoques, así como uno sigue los propios.

Paradójicamente los competitivos ejecutivos de Sanhattam, o incluso los políticos con sus luchas intestinas, sabrían trabajar mejor en equipo que muchas personas y organizaciones que rescatan animales.

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