Desde la distancia he estado tratando de seguir lo que está pasando en Chile en torno al feminismo y los derechos de las mujeres chilenas. Hay hombres e inclusive mujeres quienes critican las demandas feministas, se burlan o las ignoran porque no las consideran importantes, no creen que puedan generar un cambio real o les parecen extremistas.
Sin embargo, luchar por la igualdad, visibilidad, libertad y reconocimiento no es algo para burlarse o ignorar.
Todas las mujeres deben tener los mismos derechos, deberes y libertades que nosotros los hombres. Y nosotros, los hombres, podemos ser parte de la solución también.
Reconocer que vivimos bajo el dominio del patriarcado y del machismo no es suficiente. Escondernos bajo el lema en inglés de “boys will be boys”, es decir, “los niños serán niños” o para aplicarlo a este contexto “los hombres siempre serán hombres”, es una forma de decir que los hombres no podemos cambiar. El detalle no es que no podemos cambiar sino que muchos tienen miedo de cambiar. Lo desconocido siempre causa miedo.
Nuestro deber es apoyar a las mujeres porque si no lo hacemos le estamos diciendo a nuestras madres, hermanas, hijas, amigas, esposas y compañeras que ellas no valen, que no nos importan y que la desigualdad que viven nos parece justificada. Sino podemos apoyarlas a ellas, entonces a quién.
Lo primero que tenemos que hacer es tomar consciencia de algunas cosas.
Nos guste o no, tenemos privilegio por el sólo hecho de ser hombres. Nos pagan más por el mismo trabajo. Nos prestan más atención en las reuniones de trabajo o incluso en reuniones sociales.
No tengo datos estadísticos para convencerlos, solamente los invito a que observen una reunión en su oficina. Y lo de las Isapres es conocido por todos, las mujeres pagan más por los mismos seguros de salud que nosotros los hombres.
No andamos por la calle con miedo de que nos acosen a diario. No vivimos la experiencia de que nos falten el respeto por nuestra apariencia. No nos tratan como objetos sexuales todos los días. Los medios no nos presionan para vernos de tal o cual manera para ser aceptados socialmente. No se nos juzga por no querer tener hijos ni se nos requiere que lleguemos vírgenes al matrimonio. Tampoco se duda de nuestra palabra y se nos culpa en el caso de una violación.
Se nos celebra el tener muchas parejas, el poner nuestro trabajo por sobre la familia, el ser “fuertes” y no demostrar nuestras emociones, el tomar riesgos, etc.
Como hombres también vivimos bajo un sistema que no daña. No se nos enseña a expresar a emociones, a ser cariñosos, a cuidar de otros. Tampoco sabemos valorarnos por lo que somos. Al contrario, nos valoramos por lo que hacemos. Por eso vivimos enfocados en metas, objetivos y en nuestro desempeño. Si bien es importante y necesario tener metas y objetivos, no debemos descuidar la otra parte de nosotros que desea dar amor y recibirlo sin miedos.
Así que es hora de apoyar a las mujeres y demostrarle a la sociedad que sí podemos cambiar. Que no estamos perdidos y que la masculinidad tiene muchas formas que van de la mano con los derechos de las mujeres.
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