Co-escrita con Christian González-Billault, director del Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo de la UChile GERO
La ONU designó el 15 de junio como Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Esta jornada invita a reflexionar sobre qué implica el proceso de envejecer y nos interpela sobre qué estamos haciendo para que las personas mayores del país tengan un mejor vivir.
En nuestra cultura occidental prevalece la inmediatez, el pensamiento acelerado y una serie de características personales que se asocian indisolublemente a la juventud, como el bienestar económico y la capacidad de hacer muchas cosas en corto tiempo. En contraste, el envejecimiento se percibe como una etapa de la vida en que no es posible hacer todo aquello y se excluyen atributos tan relevantes como la experiencia, la sabiduría y el pensamiento profundo, por lo que se tiende a degradar la trayectoria de vida en la medida que transcurre. La cultura oriental tiene bastante más resuelto el tema y las personas mayores son valoradas, respetadas y protegidas.
En 2030 un cuarto de la población chilena será mayor de 65 años, un grupo para nada pequeño, muy heterogéneo, que hoy tiene 20 o más años de expectativa de vida. El envejecimiento de la población nos obliga a generar estrategias para adecuar nuestras instituciones y políticas a esta nueva realidad en ámbitos como la salud, la seguridad social, el diseño de ciudades y territorios, en educación y cultura, en espacios de convivencia, de alimentación saludable, de actividad física, de cuidado y disminución de la pobreza.
Desde Chile se han realizado esfuerzos para entender y optimizar la salud de los chilenos que envejecemos. Desde el Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO) -por ejemplo- se estudia la evolución de las capacidades cerebrales de 300 chilenos sanos, mayores de 70 años, que se atienden en la salud pública y que tienen algún leve problema cognitivo.
Con ello se espera ser capaces de encontrar rasgos comunes entre los que se mantendrán sanos y quiénes, desafortunadamente, desarrollarán algún tipo de demencia o enfermedad neurodegenerativa, con el fin de sentar conocimiento local que permita generar políticas públicas que busquen mejorar la calidad de vida de esta etapa del ciclo vital.
Hay evidencias -en animales- que con ciertas intervenciones el reloj biológico puede avanzar más lento. Esto no es un tema baladí. La edad cronológica se conoce con solo mirar el documento de identidad, pero no existe un examen que determine con exactitud la edad biológica. Han surgido diversas técnicas moleculares que, a partir de una muestra de sangre o de células, buscan determinarla con la mayor precisión posible, que hoy es de más o menos dos años. En estudios de gente con patologías asociadas al envejecimiento, en la mayoría de los casos, esa prueba molecular indica que la edad biológica es mayor que la cronológica, es decir, que esos seres humanos están envejeciendo más rápido.
La teoría y los modelos desarrollados con animales nos dicen que usar estos relojes biológicos para determinar la divergencia entre ambas edades, permite desarrollar intervenciones que ayudan a ralentizar el reloj biológico y hacer más pequeña la divergencia, ojalá lo más parecida posible.
En ese contexto la ciencia debe ser la base de la información para desarrollar políticas públicas, destinadas a construir un país que mejore las condiciones durante esta parte del ciclo vital. Para ello es pertinente instaurar, a nivel de los ministerios de Educación o Salud, una discusión para incorporar desde el colegio qué implica envejecer, no sólo desde la biología, sino a partir de distintas áreas y múltiples perspectivas, como médica, económica, social y sus interfases.
Si se entiende cómo se envejece y se conocen claves reales de los perjuicios y beneficios, las personas se podrían preparar, para ese inevitable deterioro molecular y celular mucho antes de los 50 o 60 años, cuando ya hay daño acumulado. Con conocimiento se toman mejores decisiones y por eso debe entregarse desde muy pequeño, con diferentes niveles de profundidad, de modo de comprender qué ocurre al sumar años.
Claramente en nuestro país hay esfuerzos que buscan optimizar la salud en la vejez, por ejemplo se realiza el Examen Médico Preventivo del Adulto Mayor (EMPAM) a todos los mayores de 65 años. Hacerlo sostenidamente, y con el mismo estándar de calidad, permitiría ver la evolución de los resultados persona a persona. Sistematizar y moldear los datos que emergen de ahí nos ayudaría a tener una panorámica poblacional para saber cómo estamos envejeciendo a los 65, 70, 75 y 80 años.
No obstante, días como éste nos recuerdan que debemos robustecer y acelerar los procesos que permitan el bienestar de las personas mayores y son las instituciones públicas, privadas, generadores de conocimientos y administradores del Estado quienes deben trabajar en conjunto para asegurar a todas y todos los chilenos una vejez digna. Mientras mejor lo hagamos habrá un bienestar individual y, desde el punto de vista de las políticas públicas, se requerirán menos recursos para tratar las consecuencias que se podrán destinar a cubrir otras necesidades.
Este día nos ayuda a reflexionar sobre qué estamos haciendo por nuestro yo... en algunas décadas más.
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