“Déjalo por allá, en cualquier oficina”, dijo el Alcalde de Rancagua mientras sacaba la foto del Presidente Piñera luego de la promulgación de la ley que limita la reelección de las autoridades.
El edil llegó a su tercer período en el poder y quiso mostrar su molestia por no poder seguir gobernando luego de 12 años en el cargo.
Este acto de desagravio al más puro estilo Pérez-Cruz (“Se me va de acá”), se hizo rápidamente viral y fue símbolo del descontento de los alcaldes y alcaldesas de derecha que buscaron por todos los medios el veto presidencial a la ley aprobada por el Congreso.
Sin embargo, las voces que pedían el veto presidencial no sólo venían de la UDI y RN. Autoridades comunales de distintos sectores también declararon abiertamente su descontento. Desde la Asociación Chilena de Municipalidades argumentaron que era un “pésimo momento” para establecer el límite, que incluso reflejaba la “desconexión que existe entre el mundo político parlamentario, de los partidos, respecto de la realidad social…”.
Para quienes observamos, parece una discusión de picados y síntoma de un mismo mal, el personalismo: creer que las soluciones están en una sola persona. El mal del monarca y del señor feudal. Lamentablemente, cuando alguien está ensimismado, escucha poco lo que pasa afuera y crece la desconfianza en la clase política, porque no escucha, porque promete y no cumple.
Esta fue una demanda que estuvo en el centro de las movilizaciones del 18 de octubre de 2019, y que se extiende hasta hoy. Se escucha todo el tiempo, fuerte y claro.
Quiéralo o no las personas que aspiran a ser vitalicias, el límite a la reelección de autoridades es ley.
No es suficiente para nuestra alicaída democracia, pero sí un poco de oxígeno, pues permite renovación, cambios. Necesitamos nuevos rostros para cambiarle la cara a la política. Autoridades que representen la ética del servicio público y que estén dispuestas a desmarcarse del clientelismo y de la vieja política. Administraciones locales que potencien a sus equipos profesionales con estándares más altos de buena gestión y servicio en terreno.
Los partidos tendrán que decidir cuál es el camino que tomarán. Una posibilidad es optar por el camino seguro e intentar mantener el poder a toda costa con los mismos de siempre. La vieja fórmula “el que tiene mantiene”.
Otro camino es escuchar a las y los ciudadanos y competir limpiamente en todas las comunas. Si de verdad escuchamos a la ciudadanía, tenemos la tarea de abrir nuevos espacios de participación política y hacer primarias para que sean las y los ciudadanos quienes opinen sobre el tipo de liderazgos que quieren tener en sus territorios
Si las próximas elecciones a alcaldes y alcaldesas se enfrentan en una negociación entre cuatro paredes, con todos mirando por la ventana pero sin expresar su voz, será un nuevo fracaso para la política.
Aunque a los vitalicios les cueste, la renovación es urgente. Renovar el poder.
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