Educomunicación, tics y participación política
El año electoral y los medios de comunicación parecen potenciar la idea de que la participación política es igual al voto (parlamentario o presidencial). Esa simplificación matemática parece reproducir la metáfora del bosque que no deja ver los árboles y menos logramos pensar en mecanismos para compartir una mirada más profunda.
En un país donde la sindicalización es escasa, las juntas vecinales una cuestión de pobres y los centros de padres un cacho después de la jornada laboral, ciertamente en el cotidiano se valoran muy poco los espacios de discusión, opinión y posicionamiento de la ciudadanía.
El espectro de opiniones, frente a la baja participación electoral, tampoco resultó muy educativo.
Desde absurdos como cuestionar la legitimidad, o proclamar el que no vota no reclama hasta deducir que en realidad Chile no reclama grandes cambios fueron algunas de las apreciaciones entre y pos elecciones.
Ese último planteamiento, por ejemplo, es de tanta lucidez que bajo esa lógica, nos dice implícitamente que una participación de 10% significa que el país va muy bien y no hay que ni tocarlo. Así la política debiera orientarse a conseguir la menor participación posible.Quizás algunos lo piensan.
Otra teoría repetida dice relación con que la abstención es normal en los países con voto voluntario (que es cierto), pero nuestro 51% de participación contrasta por ejemplo con el 73% de participación en Alemania (2013), el 71% en España (2011), el 79% de Venezuela (2013), el 61% de UK (2010).
Quizás sí resulta similar a los resultados de la segunda vuelta que eligió en Colombia a Juan Manuel Santos con un 44% de participación (datos recogidos en Participación del Voto Voluntario, 18.11.2013, La Tercera)
Educar para la ciudadanía con hechos
Quienes entremezclen lecturas adulto centristas y la enseñanza tradicional dirán que a los jóvenes les hace falta una buena dosis educación cívica y ya pensarán en endosarle esa responsabilidad al ministerio de Educación y sus asesores del currículum escolar.
Sin embargo, como lo que se aprende es lo que significa y lo más significativo es lo vivido ¿por qué no lanzar una iniciativa por la democracia joven?
Partamos por una consulta que pregunte si el estado debe ser subsidiario o garante de la educación.
Debatamos qué entendemos por subsidio y por derecho social.
Qué es la libertad de enseñanza, dónde se produce la segregación y hacia dónde conduce el modelo voucher que nos rige (aunque lo engorden con más recursos).
Eduquemos sobre qué significa financiar la oferta o la demanda educativa, qué significa poner aportes estatales en instituciones públicas, en alianzas público-privadas que garanticen no tener fines de lucro o/y entregar recursos de todos instituciones privadas sin ningún control.
Obviamente la participación más valiosa estará en el debate de ideas y no tanto el acto del voto, allí radicaría la estrategia educomunicativa, en un espacio donde concurran todas las posiciones desde el por qué el estado tendría que financiar a los hijos de las familias más acomodadas hasta la educación como derecho social garantizado.
Una comunicación al servicio de la educación
Podría ser fácil, la campaña la podemos levantar las figuras públicas más jóvenes, los actores y animadores -tal y como grababan mensajes para las marchas -y los políticos tradicionales que se atrevan a debatir más allá de la creación de fetiches sobre el tema.
No necesitamos demasiado del Servel, los profesores y los laboratorios de enlaces de escuelas y liceos de Arica a Magallanes pueden cumplir funciones de vocales y recintos. El sistema informático está hecho, la iniciativa haz tu voto volar recogió los votos de los chilenos en el exterior. Ciudadano Inteligente ha organizado varias iniciativas con un sentido similar y tiene know how pertinente.
Por ejemplo haz tu voto volar solicitaba que cada emisor introdujera su Run y el número verificador que se encuentra al dorso de la cédula de identidad garantizando así que se evitaba bastante bien que alguien con una lista de Rut pudiera suplantar el voto.
Para el casi millón de secundarios (938.936 en el año 2012 según estadísticas del Mineduc) sería un acto más significativo que unas clases en las que se expliquen las funciones de los poderes del estado.
Seguro esto último estará bien hacerlo, pero que no representará para los y las estudiantes un ejercicio de aprendizaje realmente significativo sino un poco más de lo mismo. A modo de antecedente, cabe señalar que algo parecido hicieron los jóvenes movilizados el 2011, pero valdría la pena un intento con el compromiso gubernamental de apoyar la campaña como un debate legítimo de ideas.
Esta idea puede ser un poquito más profunda si queremos y apuntar más allá del acto puntual de la consulta para atrevernos a fundar un grupo de estudio sobre participación y opinión escolar.
Puede ser un centro permanente que aproveche la penetración de las tecnologías de la comunicación para fomentar la opinión pública temprana. Un espacio de estudio y canalización de discusiones que -sin pretensiones evangelizadoras- facilite la expresión pública desde la infancia.
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