El arte silenciado

                                                                              

Con motivo del bicentenario del Museo del Prado se creyó conveniente desempolvar obras de arte firmadas por mujeres que, en su momento, llegaron a destacar pero que con el paso del tiempo pasaron al olvido.

Con suerte, alguna de ellas es recuperada cada cierto tiempo como referente de un pintor o de una época. Un detalle, sin duda, pero no deja de ser discriminatorio e injusto.

La mayor pinacoteca de España y una de las más importantes del mundo tiene en sus fondos obras de pintoras sobresalientes y ha creído conveniente reparar este desprecio de siglos con exposiciones que las convierten en protagonistas y no en meras anécdotas. En ese tesoro del arte, donde deslumbran Velásquez, El Greco, Murillo o Goya, hay obras de pintoras que no deslucen ante tanta genialidad reconocida.

Para muestra, estos nombres: Sofonisba Anguissola, Clara Peters, Artemisia Gentileschi o Rosa Bonheur. Algunas de ellas tuvieron el privilegio de exponer en vida en importantes museos y los temas de sus obras no difieren en nada a los de sus colegas varones. Reyes, personajes de corte, escenas de calle o, por supuesto, bodegones.

Sin embargo, esta aceptación en esferas reservadas a los varones no impidió el menosprecio, chanza  e incluso la negación.

Hasta hace tan solo dos años se creyó que un notable retrato de Felipe II que cuelga en el Prado era obra de Juan Pantoja de la Cruz. Después de minuciosos estudios se determinó que fue realizado por Sofonisba Anguissola. Tuvieron que pasar cuatro siglos para que se reconociera su autoría.

La exposición Sofonisba anguissola y Lavinia Fontana, dedicada a dos mujeres  relevantes en la historia del arte del siglo XVI, fue el punto de arranque de un rescate necesario e ineludible.

El director de cine Pedro Almodóvar, que ha hecho a la mujer principal protagonista en su mundo imaginado, rinde homenaje  a Artemisa Gentileschi en su mediometraje  La voz Humana, que acaba de estrenar en el festival de Venecia.

En esta nueva versión del monólogo de Jean Cocteau, y primera incursión en una producción de habla inglesa, Almodóvar eleva a los altares del séptimo arte a la actriz Tilda Swinton y destaca en la puesta de escena el cuadro Venus y Cupido, de Artemisia Gentileschi.

Se trata de una obra que combina realismo y clasicismo, realizada hacia 1626, cuando  la artista estudiaba en el taller de Agostini Tassi, quién la violó y con ello socavó su reputación. Hay quienes ven en esta obra y en otras una constante denuncia de este hecho que le persiguió durante toda su vida.

Y en el rescate necesario de la mujer en el arte se incluye la obra reciente de la española Diana Larrea que se puede ver en la galería  Espacio Mínimo, en Madrid.

Larrea ha titulado su exposición De entre las muertas. Se trata de investigación histórica que consiste en publicar en las redes sociales la biografía y obras de centenares de artistas del pasado, algunas desconocidas y otras olvidadas.

Su trabajo es el resultado de un proceso de estudio y divulgación de años y que le ha permitido conocer la vida y la obra de 480 creadoras plásticas  de diversas culturas. Abarca desde la Edad Media al siglo XX.

Ante el elevado número de artistas estudiadas por Larrea, la exposición recoge 100 autorretratos de pintoras. La gestora de este homenaje ha modificado digitalmente los rostros de las protagonistas y para otorgar más fuerza a cada una de ellas las presenta al espectador a modo de falsas cianotipias lo que les otorga una estética actual y a la vez fantasmagórica.

Hay que recalcar que el procedimiento del cianotipo se remonta a los orígenes de la fotografía y es una referencia a la botánica británica Anna Atkins, considerada la primera fotógrafa de la historia.

Para  Diana Larrea, su exposición es una revisión histórica enfocada a la revalorización  de la labor artística de las mujeres. Un trabajo que le ha permitido descubrir nuevos referentes artísticos a los que se siente vinculada de un modo extraño y permanente.

La artista española, que  utiliza  distintos lenguajes plásticos y disciplinas, cree que se debe asumir que estamos frente a un nuevo movimiento artístico que llamaría “Feminismo mágico”, acorde con el contexto social contemporáneo y reflejo de un sentimiento intuitivo con artistas del pasado.

A pocos metros de la Galería Espacio Mínimo se encentra el Museo Reina Sofía .Y en la fachada se pueden leer los nombres de los protagonistas de las actuales exposiciones.

Un vistazo a los nombres que allí aparecen nos alerta que la presencia cada vez mayor de la mujer en el arte no es utopía o exceso de optimismo.

Es una esperanzadora realidad.

Musas Insumisas, Delphine Seyrig y los colectivos de video feminista en Francia de los 70 a los 80.

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