En la galería D21 de Providencia se exhibió la muestra que bajo el título Notizen reunió un conjunto de trabajos recientes del artista conceptual Gonzalo Díaz.
El primer golpe de vista lo ofrecía un trípode que iluminaba la palabra Metáfora que colgaba del cielo de la habitación, lo que obligaba a una lectura vertical, en el muro, a mano izquierda de quien ingresa se encontraba, escrito en la pared: Asamblea Constituyente.
Quien se volviera a la puerta de salida se encontraba con una marina invertida que tenía impreso sobre la tela “madre, esto no es el paraíso”.
Si volviéramos la tela a su posición habitual, podríamos leer sin esfuerzo el texto. Al no tratarse de una obra de arte asiática, el escrito sobre la tela es un ejercicio más de violencia. Nadie escribiría sobre La Mona Lisa o sobre Las Meninas.
Los orientales, por el contrario, consideran en la obra espacios para ser intervenidas; por tanto, admiten la intervención de terceros como, al menos, una posibilidad. De frente a la mirada se encuentra con la aplicación más usual del principio de Arquímedes. Una manguera en “U” con agua y en medio de ella la plomada y el escrito “el soberano”.
Hasta aquí no hemos hecho otra cosa que describir lo que vimos en la primera sala de este departamento vuelto galería de arte. Todo esfuerzo hermenéutico de este primer conjunto refieren sin duda a los dispositivos de la política: Constitución, soberano, utopía.
Recordemos que la expresión “metáfora” significa mudanza, por tanto, aquí el peso significativo está dado por su referencia a las inminentes transformaciones políticas que se avecinan. Sin duda que la marina invertida alude a un navegar en un mundo puesto de revés.
No es mi interés dar cuenta en estas breves líneas del conjunto de “notas” de Díaz, sus referencias al orden celeste y la ubicación de los seres angélicos y otros dispositivos visuales que, a mi juicio, obedecen a otra matriz conceptual.
Me voy a detener en uno de ellos, una mesa auxiliar de aguzadas patas, con una de ellas quebrada y que, para suplir su función, se ha recurrido a los dos símbolos del comunismo, la hoz y el martillo, dicho sea de paso, su materialidad es el bronce.
Adosados estos objetos precariamente, logra mantener en pie la mesa que en su cubierta sostiene el Código Penal y que su portada sirve de pequeño telón en que se proyectan escenas de naturaleza mediante un celular. Este sofisticado ready-made con su precaria estabilidad es, para usar la expresión de Murakami, “el pájaro que da cuerda al mundo”.
Si la cubierta de la mesa es el escenario del mundo, se trata de un mundo en estado de hundimiento. El mundo sigue sin nosotros, sobre nuestros escombros. Nos da la impresión que el pájaro se ha dormido y el mundo del hombre moderno se ha quedado sin cuerda.
No es casual entonces el nombre que reúne este ejercicio visual: Notizen. Se trata de fragmentos en que la pérdida de aplomo de los objetos nos impide hablar de obra sino de notas visuales.
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