Lugar de en medio

Releo para mis alumnas aquella pieza notable de Franz Kafka, La metamorfosis. Breve obra, que ya el suave lector posmoderno y chic desprecia por superado, pero que el lector en serio reconoce incisiva, como un cuchillo que cala hondo, y cuyo dolor profundo perdura en el espíritu, como sólo las obras maestras saben hacerlo.

La alienación, la dislocación y la postergación infinita son los ingredientes del terror al que el hombre es sometido, merced a un sistema político y económico cruel y deshumanizado.

Fue escrita, con angulosos caracteres, en un cuaderno escolar hace casi cien años (pude ver este original, sublime como una reliquia, una vez, en una Oxford que no olvidaré), se le da tratamiento de “clásico”, distanciándolo (¿intencionadamente?) de nuestra coyuntura: yo lo considero un libro contingente.

El retrato de un hombre desesperado por rendir en su trabajo, pese a una dramática transformación en un insecto, lo que lo distancia fatalmente de los suyos, parece un correlato más que fiel de lo que incluso hoy vivimos, particularmente todos aquellos individuos a quienes los sociólogos y economistas les gusta motejarnos como clase media.

Ni pobres, ni ricos; ni obreros, ni capitanes de la industria, la comodidad del análisis político apelotona a profesionales, medianos y pequeños empresarios, taxistas, dueñas de casa, peatones y automovilistas, estudiantes endeudados de menos cota mil, etc.Este heterogéneo grupo, si tiene algo en común, es su impresionante vulnerabilidad.

Mayoría aplazada de los cálculos políticos, ausente de redes de apoyo y respeto social, coto de caza del capital y sus publicistas, verdaderos adoctrinadores sociales, que someten a esta presa fácil a sus enojosos perfiles, a sus burlescos estilos de vida, que apenas pueden hacer realidad a punta de agotadas tarjetas de crédito.

Tecnicismos, frutos de modelos altamente sospechosos, deslindan tramos de sueldos cada vez más en declive, que deciden el recorrido en el que debemos movernos.

Tal es nuestro nivel de vida, en tales lugares debemos comprar, tal es la tecnología que debemos tener. No cumplir estos requisitos genera neurosis, frustración, en una clase social particularmente exigida, productiva y enérgica.

Despreciada por igual por los privilegiados y los postergados que nunca los reconocerán como suyos, debe batallar por el porcentaje crediticio que se concede por default, como dicen ellos, al “amigui”, al socio estratégico; al mismo tiempo, jamás será considerado por la caridad de bonos, gratuidades y programas de indigencia que los gobiernos neoliberales llaman, compasivamente, política social.

Pero, y a la manera de Gregorio Samsa o aquel personaje de la película En busca de la felicidad, el o la trabajadora de clase media debe saber sobreponerse y encarar con un valor digno de Aquiles cada mañana de tacos, aire sucio y amenazas de perder la pega porque el jefe trae al regalón, el hijo de su amigo, para ocupar su puesto. Atorado frente al volante pagado en cuotas o dentro de asfixiantes vagones del metro, repite la monótona letanía, como una plegaria nunca respondida.

El sueldo es famélico, mutilado merced a recónditos descuentos que se multiplican como las bacterias de la enfermedad crónica que no puede tratarse porque el alza del plan de la ISAPRE simplemente no conoce límites.

Imposible cotizar nada, las esperas son eternas en salas donde nadie da ninguna respuesta de nada. Y por ello, no rinde el presupuesto familiar porque todos los supermercados son iguales de caros, porque están coludidos y ya no compiten y se compran entre ellos.

Ni soñar con dejar la pega porque tú no tienes contactos que te amparen en medio de la humillación de no poder seguir manteniendo a tu familia y, al revés, al hijo del amigo de tu jefe nunca le van a faltar, porque el modelo, donde funcionas como tornillo reemplazable y por el que votas fielmente todos los años, fue hecho para él, no para ti, pero sigues esperando, como las bolitas caprichosas del Loto que algún día deben posarse en la mano de la modelo rubia con mis números, a que la oportunidad te llegue, que no te falle, ¿cómo no te va a tocar a ti?, si somos los líderes de Latinoamérica, si estamos creciendo al seis por ciento, si estamos en la OCDE, si…

Y por eso la ira, el cansancio, la amargura restallando en la boca, la sonrisa cada vez más ausente del rostro, y por eso la sensación de extrañamiento, de soledad que nos distancia de los vecinos que odiamos porque por fin se compraron la 4x4 que no puedo costear yo, de la pareja a la que le gritamos porque no podemos gritarle al cretino que sale en la tele con cifras perfectamente irreales, que nos hace ignorar a nuestros hijos, absortos en pantallas y que ya no quieren jugar en la calle.

Quizás sólo existen ricos y pobres. Quizás la clase media sea tan sólo una ficción estadística. Pero reconocerlo duele, parece no haber vuelta atrás.

Mientras, el modelo se consagra, rehace filas tras las marchas que parecen mitigarse, esgrime crisis artificiales para que te resignes a las monedas que valen tus horas de esfuerzo y no te atrevas ni a reclamar.

Quién sabe si, un día como cualquiera, no despiertes convertido en un monstruoso insecto…

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado