Para una historia de Chile en miniatura

O cinco pequeños grandes episodios nacionales que usted se perdió.

A propósito de la elección de Camila Vallejo como Personaje del Año, nada menos que por el liberal periódico The Guardian, la nombradía internacional efímera o no, que alcance nuestro país, suele convertirse en un curioso tema de debate.

Desde los buenos (y apócrifos) tiempos de la elección decimonónica de la bandera y el himno más lindos hasta el espectacular rescate de los 33 mineros, los malentendidos y chauvinismos de toda clase acaban imponiéndose como verdades históricas absolutas en el inconsciente colectivo.

Claro está que el galardón de la pequeña y lúcida dirigente estudiantil de luminosos ojos constituye todo el reconocimiento a un arquetipo hoy en plena vigencia.

Su parangón con el personaje del año de la revista Time, El manifestante, confirma la tendencia. Y sin embargo, extrañamente, los chilenos tienden, esta vez, a minimizar la noticia. Raro, porque nuestro país, tan pequeño e insular, aislado por una geografía estruendosa pero avara, parece requerir del estímulo constante a su autoestima, como nuevo rico acomplejado con hábitos propios de suburbio.

Cierto es que esa tendencia tan única, grande y nuestra del chaqueteo explica el prurito por desperfilar a Vallejo, existen intereses neoliberales más que evidentes detrás, (tribunales opinólogos mercuriales, sin ir más lejos).

Es lamentable eclipsar este breve pero significativo episodio nacional, tal como ha ocurrido con otros aparentemente mínimos hechos, sutilezas, nuances que tanto pueden decir de quienes somos y qué hemos hecho, creo yo, con una mayor contundencia que la más histérica y épica de nuestras batallas llenas de soldados intoxicados con chupilcas endiabladas y mercenarios de lacra diversa.

No soy historiador, aclaro, pero, como se sabe, una historia nacional no se hace solo en base a una sucesión de hechos, sino en una escritura de los mismos. Y esa escritura se postula siempre desde la ideología.

Quizás podría plantearse una nueva historia de Chile, menos patronal, menos vociferante.

Precursores ha habido, pero no pasan de repetir el famoso limerick de Edward Lear, o la anémica descripción de un terremoto colonial de Von Kleist, o el colonialismo con gusto a scones de Charles Darwin.

Sé que Alfredo Jocelyn-Holt ha intentado algo análogo desde su erudita y reaccionaria ensayística. Yo propongo algo diferente: compilar una historia de Chile de bolsillo, a la manera de Marcel Duchamp y la famosa reducción a escala de sus obras en la Bôite en valise o de Eduardo Vilas-Matas, quien también lo sigue en su lúdica y ficticia Historia de la literatura portátil.

¿Por qué no inventariar y explicar algunos pequeños momentos, rostros, miradas, quizás tangenciales, quizás secretos? Acá registro algunos episodios cuya imbricación no deja de llamar la atención. Atención discípulos criollos de Tucídides:

1946: El destacado compositor Mauricio Kagel, entonces de quince años, descubre en una tienda de Osorno, ciudad germano-chilena archiconservadora, (son sus palabras), un disco de John Blue, el desconocido, y casi indigente precursor afroamericano del jazz.

Este hallazgo paradójico, el destino y sobre todo la increíble voz cavernosa de este cantante de funerales inspirarán al argentino en varias de sus extraordinarias búsquedas sonoras, de hecho, este mismo l.p. aparecerá en su notable obra “Blue’s blue” de 1979.

1959: Otro argentino Julio Cortázar publica su volumen de cuentos “Las armas secretas”. En él se incluye el célebre relato “Las babas del diablo”, protagonizado por un perplejo fotógrafo chileno que descubre casualmente una conspiración en la captura de un feroz y quieto instante. Michelangelo Antonioni filmará este relato a su manera en la setentera y algo tediosa Blow-Up. Una de sus protagonistas, la bella, Jane Birkin, visitaría posteriormente nuestro país.

1974: El malogrado cantante estadounidense Phil Ochs, compañero generacional de Joan Báez y Bob Dylan organiza un concierto en el Central Park, en plena era Nixon, condenando las atrocidades del régimen de Pinochet y, en especial, la muerte de su amigo Víctor Jara, con quien recorrió Chile durante el gobierno de la Unidad Popular.

1984: Otro extraordinario artista, el percusionista, compositor y cantante británico Robert Wyatt versiona Arauco tiene una pena, de Violeta Parra y Te recuerdo Amanda de Víctor Jara. Quienes hacen el recuento de covers de estas infortunadas glorias de nuestra música olvidan estas bellas y apasionadas lecturas de un autor que obstinadamente defendió una visión, un estilo y una estética que no transarían con el capital ni el conformismo, y encontró, en este rincón del orbe, dos voces gemelas.

1996: Durante su primera visita al país, el virtuoso guitarrista y compositor Fred Frith grabará la voz del actor Sergio Meza declamando un poema de Neruda en su meridional y boscosa obra Pacifica. Durante los setenta, Frith y su célebre banda Henry Cow versionaron al malogrado Phil Ochs con el tema No more songs.

Espero que sea el inicio de una larga y fértil cantera, fácil de leer y transportar. Fichar y discutir estas y otras historias podrían guiarnos a entender, mejor que el cobre o el fútbol, esa bella ficción tan creída como el Viejo Pascuero o el Hada de los Dientes: nuestra alma nacional.

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