En los últimos días hemos sido testigos de una triste agresión contra la senadora Fabiola Campillai, quien perdió la vista en noviembre de 2019 después de que un policía disparara una bomba lacrimógena y ésta le diera directamente a su rostro, cerca de su casa familiar.
Esta semana, una diputada de la bancada de Renovación Nacional intenta nuevamente negar que la senadora perdió la vista debido a la acción violenta de las fuerzas de seguridad, en un intento cínico de negar la evidencia y proteger a los responsables de la agresión. La evidencia es incontestable y los antecedentes son públicos. No solo la senadora perdió la vista pero también otras facultades sensoriales.
Este tipo de negacionismo no solo es peligroso, sino también profundamente ofensivo para los sobrevivientes y sus familias. En el caso de la senadora Campillai, este intento de negar la evidencia parece ser parte de un esfuerzo más amplio por deslegitimar las demandas de justicia y reparación por las violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad durante las protestas en Chile. No es algo nuevo aunque ahora ocurre en el seno del Congreso.
Debemos tener en cuenta que el negacionismo históricamente ha sido utilizado por regímenes autoritarios y opresivos como una herramienta para controlar y manipular la información que llega a la población. En este sentido, el negacionismo no solo niega la verdad, sino que también busca deslegitimar a quienes la defienden y, en última instancia, socavar valores democráticos fundamentales. Es positivo que hasta a un exparticipante de la dictadura militar y ahora presidente del Senado también rechazara terminantemente los hechos y le diera el apoyo público a la senadora Campillai.
El negacionismo también puede tener un impacto significativo en la salud mental colectiva y en el trauma colectivo. Cuando las personas que han sufrido violaciones a sus derechos humanos son negadas, minimizadas o deslegitimadas, se les está diciendo que sus experiencias y su dolor no son importantes. Esto puede tener un efecto debilitante en la salud mental de las víctimas y de toda la sociedad en general. El trauma colectivo es una forma de sufrimiento que se produce cuando un grupo de personas experimenta eventos traumáticos en conjunto.
El negacionismo de los hechos puede empeorar este trauma al socavar la verdad y la justicia que son esenciales para la curación. Si no se aborda adecuadamente, este trauma puede ser transmitido a través de las generaciones y tener un efecto duradero en la sociedad. Es importante que nos tomemos en serio la salud mental colectiva y el trauma colectivo que pueden resultar del negacionismo y de la negación de los derechos humanos. Negar los hechos y deslegitimar su sufrimiento solo perpetúa la impunidad y el abuso de poder por parte de las fuerzas de seguridad. El negacionismo es una práctica peligrosa que debe ser combatida en todas sus formas.
En este caso en particular, es fundamental que se respete la verdad y se haga justicia por la senadora Campillai, y junto a ello de modo vicario con todas las víctimas de violaciones a los derechos humanos. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos y defensores de la justicia y la democracia luchar contra el negacionismo y proteger la verdad y la integridad de aquellos que han sido víctimas de la opresión y la violencia. Debemos asegurarnos de que se respete la verdad y de que se haga justicia para todas las víctimas de violaciones a los derechos humanos. Solo de esta manera podremos curar el trauma y avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa para todos.
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